miércoles, 21 de enero de 2009

EN LA INTIMIDAD DE OTROS


Algunas veces, por causas y motivos variados, te encuentras con algunos compromisos ineludibles y no muy agradables. Tampoco es que sean horripilantes ni nada de eso -bueno, por lo menos para mi-.
El caso es que se murió el padre de una parte politica, adherida, medio algo. La cosa es que he ido en representación de la "familia" (aunque seamos dos, somos familia).
El hombre, al cual nunca conocí no me inspira ningún sentimiento más allá del respeto. Ni oí hablar bien, ni mal de él. De hecho, ignoraba hasta el momento de su muerte, que estaba vivo. Sólo conocía a una de sus hijas y dos nietos, de verlos un par de veces. Así sin más.
Pero una es muy sentida y, tras atusarme este flequillo tan "a su aire", me encaminé al tanatorio de la m-30.
Casi me equivoco, pues había otro con el mismo nombre y en otro pasillo. Aunque casi hubiera dado lo mismo. Porque al entrar en la sala fui buscando alguna cara conocida. Y no encontraba ni una. La gente, como pasa en esas horas calmas del mediodía, te miraba intentando reconocerte -pero no lo conseguían, jejej-. La opción de ir a ver si el muerto coincidía con tus expectitivas era doblemente inútil. Uno: no le habías visto en tu vida. Dos: la caja estaba cerrada a cal y canto.
Buscando entre caras serias y taciturnas y algunos ojos enrojecidos, casi llego al finado sin conocer una sola persona.
Menos mal que se me quedó mirando una mujer de mediana edad y yo a ella -no iba a ser menos- y me preguntó, tras unos minutos eternos "¿A quién buscas?". Tuve que morderme la lengua para no decir "una cara conocida que me indique que no equivoqué el muerto". Así que recordé el nombre de la persona que más conocía "A...Paola". Nada más decir su nombre, miró por encima de mi hombro y me giré lentamente.
Frente a mi, apareció otra mujer de mediana edad, vagamente familiar -de esas personas que no dejan una gran huella en tu memoria-. Por unos segundos noté que hacía un pequeño esfuerzo por saber quién puñetas era yo o a qué familia tenía un aire -error pues soy familia requetepolítica y no encontraría ni aire, ni vendabal-. Un clic saltó y me abrazó agradeciéndome que fuera. Y me presentó.
Que si su hermana, que si mengana... y yo era, ... yo era..., la mujer de arrobita. O ... Familia de Danielita. Pero era alguien a fin de cuentas.
La mujer agradecida, me contó el motivo del fallecimiento, de quién eran las coronas, de por qué había una u otra.... De agradecer, porque sino, ya no teníamos mucha conversación.
Una vez medio terminada la ilustración sobre el origen de las coronas y la trágica evolución de la enfermedad del fallecido, una nueva visita me dejó a un lado de la conversación.
Momento que aproveché para ir a picar algo -decir que estaba muerta de hambre, podría ser un comentarío desconsiderado-. Y mi sorpresa es cuando vuelvo y no veo a nadie de la multitud de tres personas que conocía. Me sentí un poco infiltrada en el dolor ajeno, violentando la intimidad de los familiares. Aquellos que si sienten la pérdida del buen hombre -por qué voy a pensar que era malo-. Así que me acerqué a la viuda y la repetí nuestro pésame y me marché discretamente.
Supongo que esas cosas se agradecen. Porque si que es triste, que veles un ser querido y haya tres personas. No se, creo que en esos delicados momentos me gustaría estar arropada por familia, amigos, compañeros. Gente que recordara el bien que ha hecho mi ser ser querido, ver que en ellos persiste algo. Porque una termina de morir cuando ya nadie le recuerda...

7 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Aqui esta el tema, hay vivos que estan muy muertos y muertos que viven siempre. Me ha gustado.
Uno termina de morir cuando ya no te recuerdan, que razon tienes.
Las cosas son como son sin mas vueltas que las que quieras dar, sencillas o complicadas, pero siempre las propias. De todas maneras dicen que la vida es la unica funcion de teatro que se representa sin poder ensayar..

Olga dijo...

Dice un médico, compañero mío, que para morir sólo hace falta una cosa: estar vivo. Así de sencillo y claro.
Gracias por visitar mi blog, espero que te agraden mis palabras.
Un pequeño intento de eternizar mi recuerdo.

Unknown dijo...

A mi me gustan las cosas sencillas y sobretodo, claras. Pero por desgracia no siempre pueden ser asi. Porque hay cosas que no son sencillas y no a todo el mundo le gustan claras.
Creo que se tiene que escoger el guion que mas nos guste, y donde nos sintamos agusto e intentar disfrutar del paseo...

Olga dijo...

De todas maneras, las cosas, en cuanto implican a más de uno mismo, has de ser consensuadas. NO vale decir "a mi me gustan claras" y ajo y agua si al otro no le parece igual. Es lo que tiene la interrelación social.
AUnque siempre ha de intentarse que todo sea lo más sencillo posible.

Unknown dijo...

No me refiero a eso, tu te refieres a la intransigencia. Yo me refiero que me gusta decir lo que pienso y me gusta que me digan lo que piensan, a veces duele, ya lo se, siempre has de saber quien tienes delante, hay muchas formas de hacerlo. Quiero decir que me gusta la transparencia y la honestidad, requisitos bàsicos para una relacion, los quales generan la confianza, piedra angular de la interaccion. La relacion entre personas es un dar y recibir constante, una negociacion interminable, un ceder para tener, un dar para recibir. El equilibrio de factores volàtiles que forjan la base sòlida para una relacion duradera y estable, dura como una roca, fràgil como el cristal, una línea tan fina que es invisible..

Olga dijo...

En ese caso te doy toda la razón del mundo. Has aproximado la explicación a la más sana de las realidades.
Un gusto charlar contigo Peter Pan.