domingo, 28 de octubre de 2012

DOMINGO DE PASEO


Hoy, ya era hora, he podido retomar mis paseos por el monte con la perra. La verdad es que, hasta no estar en medio de la Cuenca Alta del Manzanares, no me daba cuenta de lo que añoraba esa tranquilidad, ese silencio.


Tranquilidad, bueno, la que me deja la perra, que todavía no me quedo tranquila cuando la pierdo de vista. 

Me carga las pilas, me sube el ánimo. Camino a mi ritmo, en silencio. Paro, miro a mi alrededor, hago alguna foto, persigo a la perra, etc. Y el tiempo pasa con gran suavidad.
Algunas veces descubro cosillas. Hoy descubrí que alguien perdió su órdago en mitad del mundo, y se deshizo allí mismo de los amarracos gafados. Alguna perdió el sujetador... sin comentarios. Los peores perdieron bolsas, latas, botellas de agua -ya se les podía cruzar una caca de vaca con la suela, a modo de maldición gitana-.

Y servidora, directamente, casi se pierde. Si, toda chula, vi en mi RunKeeper, que había un camino, que hacía mi ruta circular. Más chula que un ocho, me decidí por esa ruta en lugar de volver sobre mis pasos. Desgraciadamente, no es un camino muy transitado y se volvió bastante agreste. Pero mi Neska y yo no desfallecemos con facilidad. Y seguimos pa'lante.
Después nos encontramos con una hermosa vaya que me impedía seguir el supuesto sendero. Que no, que no nos desanimamos con facilidad. Y, cuando casi no podíamos caminar (yo, que Neska brincaba entre la Jara tan feliz), nos encontramos con el río. 

En ese momento, temblé ante la posibilidad de tener que desandar el camino. Pero noooo. Algo bueno tiene que tener que ha llovido poco. El río podía ser vadeado, sin temor a morir ahogada por la corriente. Así que, con un poco de dificultad, pasé al otro lado. ¡JA! me dije a mi misma.

¡JA! me repetí al ver que estaba en otra finca privada, debidamente cerrada a cal y canto.

Así que tocó reptar bajo una valla, con riesgo de llevarme el aroma de esos pastelillos vacunos de color marrón.

¡JA! volví al camino. Y esta vez, sin más investigaciones. Que había ya ruidos hambrunos recorriéndome.

Pero, bueno, volví al campo. Y volví a casa.