miércoles, 29 de septiembre de 2010

HAMBRE DE LETRAS

Siempre me ha gustado escribir. Diarios, cartas, pequeñas historias.

Sin embargo, no se si por falta de tiempo o de ideas, he descubierto una necesidad más primaria.

En esta época, donde todo aboca hacia la tecnología, hasta en la agricultura, necesito papel y boli. Pero no sólo porque pueda resultar retro y un tanto romántico.

He descubierto la necesidad/placer de ver mi letra. Si, me gusta mi letra. Cosa que no siempre ha pasado. Los psicólogos o similares podrían asociar esto con el sentirme a gusto conmigo misma supongo. O cualquier otra historia similar que ellos dominan más que yo.

Ahora, cuando dispongo de un boli y un retazo de papel -si la situación lo permite- escribo. Escribo aunque sólo sean palabras sueltas. Palabras encadenadas, familias de palabras, palabras de dos sílabas, de tres, que empiezan por O ó por P o que terminen en ES, etc.

Ya de paso trabajo la mente. Enlazo palabras, agrupo familias, busco similitudes y raíces, etc. Todo lo que me lleve a escribir y escribir, en mayúscula o minúscula.

Quizá esté perdiendo la razón. Como en esas historias lacrimógenas de domingo por la tarde.
Sólo es que, además de contar historias, de escribir, me gusta mi letra.

¿Es grave doctor?

viernes, 3 de septiembre de 2010

EXPLORANDO EL ESPACIO EXTERIOR... A LA M-30

Hoy, como disponía de tiempo, fui a buscar a arrobita al curro. Y ya que estábamos, decidimos acercarnos al centro comercial de turno. Queríamos ver si los suecos tenían unas fundas de sofá que nos valieran.
Aterrizamos en la A-3. Sin saber que necesitábamos unas botas de senderismo, una brújula y el colgante del chamán.
¡Madre mía! Creo que están diseñadas de tal manera que, si andas hacia atrás, escuchas al demonio decir no-se-qué.
El caso es que tras dar una vuelta, ver tiendas, familias, relojes, toallas y demás, decidimos irnos a cenar a casita. Ya sabéis, como en casa en ningún sitio. Además estábamos cansadas.
¡JA!
Cinco, diez, quince, veinte minutos. Habíamos estado dando vueltas por una parte del c.c. y fuimos a salir ¿A dónde? Pues a la puerta más alejada de nuestro amado coche.
Ostras, qué grande son esos aparcamientos. Y cuantas obras rodean todavía ese c.c. Y qué de dedos tengo en los pies. Y todos doliendo a la par.
Nunca me he alegrado tanto de llegar a mi coche y descalzarme unos minutos.
Bueno, al menos he vuelto al hogar.
Mañana será otro día.