sábado, 1 de mayo de 2021

EL CONTABLE Y LA FUNCIONARIA. UNA HISTORIA DE AMOR Y RIESGO (I)


No quería dejar de leer, estaba enganchada a la historia. Casi más que a la vida. Pero escuchaba el chisporroteo de la coliflor al fuego y empezaba a ser peligroso. Se iba a poner la cocina perdida.
Tener que dejar la lectura por una coliflor. Eso si que era un baño de realidad. Se levantó de mala gana, dejó el libro en el sofá y se encaminó hacia la cocina. Los azulejos estaban sudando, tendría que limpiar todos los paños de la cocina, hasta la cristalera de la terraza.

Laura se acercó a la puerta de la ventana, también le hacía falta una limpieza, independientemente del vapor. Las gafas también se le empañaron ¡Lo que faltaba! Eso si que le fastidiaba. Se las quitó y entrecerró los ojos, tratando de ver más allá de su miopía. Mientras limpiaba las gafas, con su camiseta de andar por casa, una sombra pasó por delante de ella. Levantó la vista hacia la terraza, pero no vio nada extraño, ni borroso, ni no borroso.

Se plantó las gafas y observó más detenidamente. Nada extraño... Salvo un geranio volcado. Maldijo a Manolo, el siamés de doña Manoli -en verdad no se llamaba Manolo pero nunca recordaba el relamido nombre del minino-, que se paseaba por todo el barrio como un señor. Salió, colocó la maceta y volvió a por la escoba y el recogedor. No le gustaba ni la suciedad, ni el desorden, ni ese gato.
Volvió a la cocina, escurrió la coliflor y...
-AAAAAAHHHHHH ¡NO ME MATE! - y se tapó la cabeza con el trapo de la cocina.
- ¡callese, por dios! - Un hombre bajito, con pinta de contable se escondía detrás de ella - Que al que van a matar es a mí - susurraba mirando por encima del hombro de Laura.
- Pero ¿Quién le quiere matar, hombre de Dios? - Quiso saber, y añadió- y, ya de paso ¿Quién es usted? ¿Y qué hace en mi cocina?
- Perdón, perdón y mil veces perdón - se lamentó el hombre - soy Mateo Cabrales, administrador de fincas - respondió, sacando una tarjeta del bolsillo de la camisa - y es mi vecino el que me quiere matar.
- ¿Su vecino?¿De esta urbanización? - Y poniéndose detrás de él, añadió - ¿Mi urbanización?
Mateo la empujó fuera de la cocina, hasta que quedaron ambos protegidos tras la puerta de la cocina, en medio del pasillo.
- Si. He descubierto unos papeles que... - se lo pensó mejor- Cosas. He descubierto cosas.
-Pero... - Laura se calló y miró horrorizada hacia la puerta de la cocina, un ruido la hizo enmudecer - Sssshhhh - susurró, llevándose el índice a la boca, como la foto aquella de la sala del centro de salud. Ahora ya no recordaba que hubiera foto alguna. Y la gente, claro, hablaba a gritos, como si todos fueran sordos. 

- Es él. Es él - soltó Mateo con una voz ahogada por el pánico.
Laura le tapó la boca y se pegó a la pared, intentando escuchar lo que sucedía al otro lado de la pared. Se miró la mano y todavía tenía una espátula en la mano -no recordaba haberla cogido-. Armada con la delicada arma, puso la mano en el pomo y dijo en voz alta - Manolo ¡Maldito gato! ¡Cómo hayas entrado a robar a la cocina, vas a ser mi cena!
Se deshizo de la mano del hombre que le cortaba la circulación y se erigió en valerosa caballera. Contó en silencio, uno, dos, ¡Tres!.

Abrió la puerta y aguantó la respiración... Efectivamente, Manolo salía por la puerta con una loncha de lomo embuchado.