jueves, 23 de octubre de 2014

A UN METRO DE NUEVA YORK

En el metro de Nueva York, también piden de vagón en vagón. En lugar de cantar con una guitarra, te ponen el equipo de música y te bailan break. Entra y sale gente, con el carro de la compra, la mochila o los taconazos. 

Pocos libros y muchos auriculares. Pobres, madres, turistas y trabajadores de toda índole. Este metro no ha cambiado en años. Quizá sea un poco más seguro.

Algunos te ceden el sitio si vas con otra persona, para así poder sentarse juntos. Otros, con la misma desgana que en Madrid, retiran su bolso del asiento libre contiguo como si te fueras a sentar encima de sus piernas. Los hay que, al cruzarse con tu mirada, te sonríen, otros no pueden porque no la levantan del suelo.

Muchas deportivas y gorras (muchas más que en Madrid). Hay un montón de sueño o de cansancio. Y muchas caras que dicen "Estoy pensando" y, por el rictus, no es en las vacaciones.

Las paredes del camino también lucen pintadas de autor y los días grises siguen siendo igual de grises. Últimamente, parece que todos los metros van más grises que antaño. 

En este metro, como en el nuestro, estos días se habló del ébola, de miedos y de paranoias compartidas. Quizá la diferencia entre metros, sea el color de la piel que impera. Pero ¿Importa? Las necesidades, los sueños, la soledad y la ilusión no entienden de colores y viajan en un mismo vagón.


miércoles, 15 de octubre de 2014

TRIBUS AÉREAS

El mundo de los vuelos es todo un universo, con sus modas y su fauna propia. Pero cada uno en su sitio. No mezclemos vuelos nacionales, regionales, transoceánicos o interestelares. Cada uno a lo suyo.
Entre la fauna de los vuelos transoceánicos, se ha generalizado el uso de las almohadillas cervicales para el vuelo. No las que facilita la línea aérea. La fauna transoceánica luce orgullosa sus trofeos de otros vuelos, regalos de cumpleaños, Reyes o Papá Noel. Para ser un buen indígena de estas rutas, debes subir con tu almohada de descanso lista. No en la bolsa, en la mano o atada a la maleta de cabina. Si tienes pedigrí debes llevarla puesta. Como el collar de perlas, la gorra, las cuatro bolsas del duty-free y el bolso tamaño carro de la compra - que por algo no hay que pagar por esos bultos de cabina-.
Pero, a lo que iba, debes llevar la almohadilla puesta, como si salieras  directamente de urgencias de traumatología. Con collarín incluido. Y a ser posible de colores llamativos, lunares, o todo junto - porque tu lo vales-. 
Además, es imprescindible estar la primera en la puerta de embarque, aunque tengas que embarcar la última. Para qué todos, al esquivarte, puedan admirar la composición. Con tu almohadilla, el bolso, la maleta de cabina y las cuatro bolsas del duty-free.
Una vez en el avión, la indígena de estas rutas, JAMÁS se retira la almohadilla del cuello. Da igual que duermas, leas, veas la película, cenes o visites el nanoaseo.
Antes muerta que sencilla, que dice la canción.
Aunque, bien mirado, si lo llevas siempre al cuello, tendrás las manos siempre dispuestas para una nueva bolsa del duty-free y no te lo olvidarás en parte alguna.
Son listos los miembros de esta tribu.