martes, 26 de mayo de 2009

ARMANDO, LA MERIENDA QUE SALIO VOLANDO


El domingo, cuando volvíamos del pueblo, encontramos a los gatos muy entretenidos en el salón. Nos sorprendió que no nos estuvieran esperando en la puerta, como siempre. No es que vaya a llorar echando de menos ese mimito gatuno -que un poquito si que lo echas a faltar-, es que nos sorprendió.


Andaban buscando, alcanzando algo debajo del radiador del salón. Arrobita pronto se percató de que algo pasaba. Me alertó rápidamente de la presencia de un pajarito esquivando las zarpas del gato -principalmente el pequeño-. Me instó a que solucionara rápidamente la situación. Obviamente, no era que entrara a merendar también, sino que hiciera las veces de Protección Civil domiciliaria.


Así que, en dos pasos -la casa no es muy grande- me planté entre los mininos y Armando. El pobre temblaba cual ramita fresca. Se acopló en el interior de mi mano y vió que le molaba el calorcito.


Mientras, los gatos, no me perdían de vista. Lógico, son lo que son y Armando su merienda. Así que no me podía despistar mucho. Revisé alitas, panza, patas y demás partes del bicho volátil. Parecía ileso -salvo en su ánimo-. Así que le tranquilicé.


Tras algún intento de secuestro, los gatos cedieron y se dedicaron a sus acicalamientos diarios y a dormir panza arriba en el sofá.


Armando decidió que no era hora de largarse. Ni esa hora ni la siguiente. Así que ahí iba yo como si de una pirata se tratara. Con el loro en versión reducida al hombro.


Tiempo le dió de ir al wc,..., en mi hombro -lógico, el miedo debió ser para "cagarse"-.


Pero ¿Cuándo es el momento para que los pajarillos abandonen el nido? Porque, por mucho que nuestro hogar sea un nido de amor, no le veía como para vivir libre más de dos minutos. Ni tampoco para un lindo apartamento metálico.


Y no veais como se encariñó de mi. Como que no soltaba la mano ni para revolotear por el jardín. Me sentía hasta culpable, por intentar largarlo. Que no era largarlo, sino hacer que volviera con su panda. Al final, y tras una preparación psicológica por el balcón, echó a volvar.


Ayssss, cómo crecen y abandonan el nido. Espero que Armando nos escriba...

jueves, 7 de mayo de 2009

CUANDO CIERRAN UN TROCITO DE TI


No, no os preocupeis. No me han taponado por ninguna parte.

Ayer pasé por delante de un comercio de mi barrio de la infancia y lo vi cerrado. Y me entró una extraña tristeza. Recordé el pasado. Me acordé de mi, siendo una personita de corta edad, entrando y comprando. Y me di cuenta que se me borraba la cara del matrimonio mayor (¿mayor? Puede que mi recuerdo sea de cuando tenían 40 años, los que casi tengo ahora) que lo regentaba.

Y mi mente se escapó a los locales de mi infancia. La panadería, la tiendecita de chuches, la lechería (con aquellas bolsas de leche). Y el bar de la esquina, con las botellas con taponcillos de plástico. Y ¿Qué había antes de la joyería, que estaba antes de la mercería, que estaba antes de la tienda de deportes? ah si, la tienda de arevalillo. Que no se por qué recuerdo los saquitos de garbanzos. Y unos cuantos garbanzos correteando por el suelo.

Y me cuesta reconocer que esos recuerdos están ahí y forman parte de quien soy.

Y con la crisis, hasta los quintos comercios, iniciados en aquellos locales, han echado el cierre. Sólo parecen sobrevivir los "chinitos" como les llama mi madre.

martes, 5 de mayo de 2009

CUIDADO: ANIMALES SUELTOS


No, no hablo de los típicos humanos tan bien caracterizados (véase: Pulpos, cerdos, moscas coj**^****, mosquitas muertas, erizos, ciervos, cabras locas, babosas, tortugas, ...). Me refiero a los titulares. A los animales genuinos de esos nombres.

Ayer un paciente, me dijo que se le habían quitado los dolores de un tirón (mira tú, así no hay quien mantenga una empresa). Y todo, porque venía a "buena velocidad" por la m-45 y un carnero-cabra-oloquefuera con cuernos y lana, decidió cruzar la carretera (como la gallina del chiste). En esos segundos, que parecen horas, nos da tiempo a pensar las distintas opciones. Que si volantazo a la izquierda -no,no, que vienen coches más vola'os que yo-, que si frenazo que te crió -no, no, que el de atrás me levanta el pelillo de la nuca con su aliento- , que si a la dcha -yo lo flipo-... Y cuando ves que el bicho se acerca a gran velocidad - o eres tú el que se acerca- pues decides que frenas y que tu ángel de la guarda se gane los galones...

Y se los ganó.

Por esta vez.

El pobre bicho, retrocedió, al arcén. Supongo que buscando un paso de cebra o de cabra o carnero.

Hace unos meses, me libré de una capea por la A-6. Justo después de pasar yo, decidieron salir a dar unos capotazos a los coches unos cuantos toritos bravos. Imaginarles, dando brincos por la carretera y envistiendo a los coches de luces.

Y es que debe ser cierto eso de que la naturaleza se abre camino. Y pasa de nosotros de vez en cuando. Mostrando que le importa un bledo nuestra red de carreteras, nuestras cámaras, nuestros radares y lo muy fashion que sea nuestro megacoche.