viernes, 25 de septiembre de 2009

VERTIGO


Se acerca Octubre. Se aproxima el 1 de Octubre. Siento que voy a dar un salto al vacío. Me acerco al borde, no puedo evitar mirar hacia abajo. Y, claro, siento vértigo. Puede que sea absorvida por el precipicio.

Debería mirar al frente. Cuando se da un salto se mira al frente, hacia el punto que queremos alcanzar. Nadie mira al suelo por encima del que pasa. Es cuestión de estrategia. Si miras hacia lo que te saltas, te caes, te das, lo rozas, ... pierdes.

Pero cuesta.

He dado un paso adelante, en este momento en el que sólo los locos y los visionarios los dan. Pero es ahora o nunca. Creo firmemente, aunque tiemble por fuera, que es el momento y el lugar. Y por eso lo hago. Incluso cuando parece que me bloqueo y me paralizo.

Cuento con arrobita, que me da la mano, me sujeta, me empuja, me calma,... tanto como yo la dejo, claro. Que se que no soy fácil.

Nos veremos al otro lado... o en el hospital, sección escayolas varias.

jueves, 17 de septiembre de 2009

COMPARTIR ENTRE AMIGAS

Todas, de pequeñas y no tan pequeñas, hemos compartido cosas con nuestras mejores amigas. Esas que venían a casa a merendar, que jugaban contigo incansablemente en el recreo y en la calle. Con las que compartías tus secretos y tus sueños.

Bueno, también se compartían revistas de adolescentes, y pinturas de maquillaje y alguna camiseta mona -siempre que se compartiera también talla-.

Olvidémonos de apuntes y libros, eso es más superficial.

Pues yo creí que con los años esto desaparecía. Con la edad, y lo que cuesta mantener las cosas, pues te haces más uraña. Si te enseño, pero-como-mucho te dejo tocar un poquito.

Sin embargo, estas abuelas han dejado al descubierto la realidad de las cosas. Nada de no compartir. Nada de lo mío es mío y punto. No se comparte la silla de ruedas, el bastón o la medicación (ésta última, sólo por equivocación o acaparación egoísta de la compañera de mesa). Pero si que se comparten las gafas. Esta mañana, mientras las dejaba respirar un poquito, y ellas comentaban los devenires de las cirugías varias, comentaban los problemas actuales de la desadaptación a las gafas después de haberse operado de una cataratilla. Y la compañera, ni corta ni perezosa le pasó sus gafas. Para sorpresa de la primera, comparten déficit y veía estupendamente. A regañadientes se las devolvió. Pero ya comentó la posibilidad de que se las dejara esa misma tarde. Ays, así son las amigas, desprendidas.

Pero en la pareja también se produce esa comunión de cuerpos y minusvalías. Un matrimonio que pasó por aquí, no sólo compartían besitos, sino la dentadura en sí. Pues habían perdido la de una. Y sin pasta para hacerse con una nueva, encontraron la solución en esa máxima de "amar es compartir". Así uno comía primero, mientras el otro le miraba embelesado y después cambiaban los papeles. Siempre unidos, más allá del matrimonio ¡Qué bonito!


Esto es amistad y amor.

martes, 15 de septiembre de 2009

RETOMAR


En algunos momentos, me da por parar -si, algunas veces puedo parar- y mirar a mi alrededor. Y veo lo que hago, lo que tengo, lo que soy. O me interrogo sobre ello. Y también veo cosas que perdí o que dejé a un lado, incluso cosas que nunca llegué a realizar. No son proyectos, pero puede que lo fueran. Que tuvieran esa función antaño. Pero ahora yacen, con una fina capa de polvo, por los rincones de mi memoria, mi corazón o mi casa.

¿Qué fue de fulanita o zutanito?¿Por qué ya no sabemos nada la una de la otra?¿Dónde está aquel libro sobre dibujo?¿Y todos los bártulos de caligrafía?¿Dónde quedaron mis rutas en bici?¿Y la lectura en general, por el placer de leer?¿Dónde duerme mi colección de numismática?

No sólo son cosas, objetos inanimados que aspiraron a centrar nuestra atención durante algunos minutos al día. También están los planes de futuro que poco a poco se fueron maquillando, operando o creciendo, transformándose en cosas totalmente distintas.

Las personas de tu vida, pues unas veces llegan y se quedan para siempre. Otras se sientan un rato a la vera de tu vida. Charlan, miran contigo al mundo, toman algo y después se levantan y continúan por caminos que los alejan de ti. Y nunca sabes exactamente si han de volver, si debes dejarlos marchar porque nunca vinieron para quedarse o si deberías correr tras ellos.

Realmente, hay cosas que no has de retomar. Porque ya no eres la misma. O proyectos que no tenían ni pies ni cabeza -realmente no eran proyectos-.

Hay aficiones que permanecen tranquilas en su lugar. Saben que volverás a ellas. Porque se saben con un lugar en tu corazón y en tu cabeza.

Hay proyectos que aparcaste porque no había llegado su momento. Y no los desechas porque se esbozaron para ser realidad. Para cumplirse.

Hay gente que va y viene. Amigos de siempre y de un momento. Y algunos no vuelven porque nunca se fueron. Otros se van porque nunca llegaron a quedarse del todo.

Pero, esas cosas, aficiones, ideas, amigos, que has de retomar ¿Cómo se retoman? ¿Cómo haces para crear un espacio nuevo a esas aficiones?

Porque las cosas que se dejan a medias, son difíciles de recuperar. Cuesta dar el primer paso. Es lo que se dice. Pero también cuesta el retomar lo que se paró.

No es raro, piensa en cuando dejaste de ir a natación por un problema puntual de trabajo y ya no volviste.

O cuando dejaste de hablar con una amiga/conocida y poco a poco, aunque con cierta melancolía, no la puedes llamar porque no sabes exactamente qué contar.

Y esos planes que crees que ya no casan con tu vida actual.

Todo puede ser que no debas retomarlo. Puede que lo que tengas que hacer es una limpieza en profundidad, para dejar paso a lo nuevo.

Porque no todas las cosas viejas son antiguedades.

No todos los amigos han de seguir tu mismo camino. No todas la aficiones son para todas las edades, ni todos los proyectos han de seguir siéndolo.
Hay que abrir la mano. La brisa se llevará lo que ya no pesa para nosotros y se quedará lo que debemos de retomar, retocar, reiniciar... Pero ya.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Botones y botonas


Nunca supe por qué la ropa de hombres y mujeres se abotonan al revés. Realmente no hay en mi entorno quien supiera el motivo. A mi me parecía una tontería. De hecho, como la mujer ha avanzado y se pone ropa que era masculina, nosotras podemos vestir con uno u otro tipo de abotonadura. No se si ellos también, pues no soy uno de ellos y tampoco suelo fijarme en esos detalles -bueno, en eso y en general no suelo fijarme mucho, qué se le va a hacer-.
El caso es que hoy en la radio también lo han preguntado. Y mira por dónde resulta que tiene su explicación. Allá por los tiempos de las espadas y los lances con las mismas, la disposición más adecuada era esta. ¿Por qué? Pues para que no molestara a la hora de desenvainar la espada. Pensado siempre para diestros, claro. ¿Nos hemos puesto en situación? Espada a un lado y se coge con la mano contraria. Pudiera tropezar con el borde de la ropa.
Ahhhhh.
Curioso ¿no?
Bueno pues también hay explicación para la de las mozas. Y hay dos, para elegir. Una alude a la maternidad. Para desabrocharse de tal manera que se sujetar al bebé con la mano fuerte y la otra abriera la ropa y mostrara el pecho.
¿No te gusta? Pues otra. Los botones - y cuantos más mejor - empezaron a verse en las clases altas. Y estas mujeres no se vestían, sino que eran vestidas por sus doncellas. Con la disposición femenina, se facilitaba el trabajo de dichas trabajadoras - a la señora en cuestión, supongo que le daría igual para donde se abotonara su rico vestido-.
Si es que todo tiene una razón o un origen. Y, como sucede en muchos casos, se mantiene la costumbre aunque lo que lo motivó haya desaparecido.