lunes, 24 de noviembre de 2008

Nuevas generaciones informáticas

Lo veía venir. Entre mi profesión y la de arrobita, a los enanos les tira más la cosa moderna de la red. Así pillamos a hercules el otro día, cuando salimos a la compra. A saber en qué página de gatas se estaría metiendo. O puede que estuviera haciendo un pedido de latitas gourmet. O chateando con mininos del cole... Hay que tener un cuidado... Qué responsabilidad. Por descontado, hemos activado las restricciones para los más pequeños de la casa. Que es muy tierno para ver determinadas cosas.
Aunque también puede ser que hubiera oido aquello de que los ordenadores tienen ratón y lo andaba buscando. Que todo puede ser.
De cualquier forma, está claro que ha salido con tendencias informáticas y no sanitarias. Aunque cuando se te sube encima, te da unos masajitos suaves con las patitas de delante, que ya quisieran muchos fisioterapeutas.
Al final, unificará las dos ramas de las profesiones familiares.
El mayor nos salió con la clara afición a ser amo de casa. Y deja esas moderneces para el peque. Un futuro tan respetable como otro cualquira, ojo a realizar algún comentario gracioso al respecto. Que me chino.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Me marcho a Nueva York...

Bueno, pues, como dice la canción "me voy a Nueva York..." Allí que nos fuimos. Que una no se va muchas veces de luna de miel. Y ambas teniamos ganas de volver a la islita.

Qué deciros de NY que no sepais. No busqueis casco antiguo y calles angostas, estrechas y antañonas. Nos movimos de Central Park hacia abajo.... Como era de esperar, claro. Y eso significa grandes avenidas, grandes edificios y grandes hombretones -jodó que grandotes eran algunos-.

El hotel, que nos tocó buscar con lupa por la red, era cómodo, bien situado, aunque de habitaciones diminutas... Pero para dormir, tampoco necesitas mucho más. Y menos en la luna de miel. Así que nos gustó mucho. Porque teníamos la 5ª avenida a un paso, Central Park a dos, La boca de metro en la esquina... qué más podemos pedir por lo que pagamos.

Andar andamos un montón. Imaginar que no gastamos ni un bonometro. Empezábamos a andar y "total, está ahí al lado". Y nos ibamos caminando. Cuando llegábamos "al lado", pues resulta que no-se-qué estaba también "ahí al lado" y de "al lado" a "al lado", parecíamos peregrinas haciendo el Camino de Santiago por las calles de Nueva York.



En una guia de Nueva York, explicaba cómo parecer un auténtico Neoyorkino. Entre otras cosas decía que, allí, todos van muy deprisa -¿aquí no?- y que tenías que ir corriendo para parecer neoyorkino... Y yo me digo, con lo que nos ha costado el viaje, para qué quiero parecer de allí. ¡¡Coñiooooo!! que se note que estoy de turismo, mientras todos van corriendo a sus curros. No es que me fuera a poner las chancletas y los pantalones de cuadraditos horteras, pero que se note que yo PASEO.


Dadas las fechas en las que nos plantificamos allí, nos vimos inmersas en el disfraz. Disfraz conjugado con la vida laboral. Así, esta simpática peluquera, ataviada tan sencilla, a la par que coqueta y elegante, arreglaba los pelos de la usuaria -supongo que para una fiesta de las muchas que ese día se celebrarían-. Aunque los "taconazos" no le combinaban muy bien... Pero nadie es perfecto. Nosotras también nos disfrazamos... De turistas. Que si que era un disfraz. A ver ¿Cuándo me recordais de vacaciones? ¿O de grandes periodos de tiempo libre? ¿O paseando lentamente? Pues eso. Además, dos cámaras, una guia de Nueva York, un minidiccionario, un plano de metro que desplegábamos en toda su extensión, otro de la ciudad, la mochila y las bolsas de las compras. Si no es un buen disfraz ya me direis.

Por la noche, como nos habían indicado que era todo un evento neoyorkino, nos fuimos a disfrutar del desfile. Que, principalmente consiste en que medio NY desfila disfrazado y el otro medio le ve pasar, también disfrazado. Lo que me parece es que les falló un poco la organización. Porque estuvimos al lado de dos carrozas esperando y no se movían. Porque nos dijo la policía que era el principio del desfile. Y, después de estar ya un poco heladas, mosqueadas y aburridas, nos enteramos de que el desfile era un poco más adelante. Pues nada, para otro año.

Ni qué decir, que los pies han sido los grandes sacrificados de esta luna de miel. Porque hemos visitado el Metropolitan, el Empire State, el Moma, la zona cero -de obras intensas -, el puente de Brooklyn -en toda su extensión- la zona financiera -creo que sólo quedó una calle por patear, chinatown, soho, tribeca, battery park, ... Y de calles y avenidas ya ni os cuento.

Pero he de reconocer que he sentido debilidad. Una debilidad arquitectónica. Al ver las fotos, he descubierto cierta fijación. Proporcionalmente, le he hecho un book al edificio Crysler. Que si de lejos, que si de cerca. Que si ahora la gárgola, que si después desde el Empire state. Que si la foto artística del reflejo en un edificio acristalado...

Me lo he pasado muy bien. disfrutando de tanto tiempo con mi arrobita. 24 horas que nos sabían a gloria. Sólo pienso en cuando repetir unas vacaciones junto a ella. Aunque sea en la ribera del Alberche en bañador y chancletas... incluso si es necesario me pongo el pantalón de cuadradito horteras. Todo por estar con ella.

martes, 11 de noviembre de 2008

De bodas, risas y lágrimas



Bueno, ya pasó todo y parece que fue hace mil quinientos dos años. Y sólo han pasado quince más tres días - es que los quince días de la luna de miel siempre han de contar a parte, que ricossssss madre-.

Nos fuimos a un hotel al pueblo de al lado, para evitar retrasos, atascos, el perdernos y esas cosas. Hay que tenerlo todo controlado... Claro que luego no controlas nada. Nos llevamos a unas amigas, bueno se llevaron ellas solas, al hotel. Ellas nos ayudaron a vestirnos -es decir, meternos prisa-, maquillarnos -ponernos nerviosas- y llevarnos -...- al juzgado.

Cuando salimos, que salimos a la vez del hotel -chicas, si ya hemos roto la historia del matrimonio hetero, si hemos dejado atrás la boda religiosa, pues ahora dejamos atrás eso de que no podemos vernos antes de la boda-, tomamos coches distintos.

En principio, ibamos una detrás de otra. Pero su "chofer" decidió ir por otro camino más estupendo, directo, rápido... Se perdió.

Así que recibí a todos los invitados, el ramo, las fotos, la secretaria, todo paisano que quiso pasarse por la plaza del ayuntamiento y cada minuto de retraso que llegaba a la puerta del ayuntamiento amigo.

Mientras, arrobita, recibía cada calle cortada, camino contrario, minuto de emoción fraternal, lágrimas de su amiga y nervios porque se le escapaban los minutos que iban volando hacia mi.

Compartiendo ambas, ella y yo, los nervios por los minutos que nos buscaban y no nos encontraban juntas. Que ninguna de las dos salió tarde -que lo se yo-.

Afortunadamente, todo llega. Y con "todo", mi arrobita. Arrobita, con sus nervios vestidos de gala y yo con los míos enrollados en el ramo.

La secretaria del ayuntamiento una persona estupenda, nos acompañó a la sala de plenos y nos aposentó. Bueno, aposentar los nervios es complicado. Creo que arrobita no los aposentó en toda la ceremonia. Pero eso es lo que suele pasar -aunque una amiga de mi hermana, mientras se vestía de novia, se jalaba un bocata de chorizo porque tenía hambre de seis semanas, para horror de las que cuidaban su inmaculado traje-.

Mi hermana habló, el concejal habló, nosotras nos "aceptamos" y casi pasó todo como una película acelerada. Yo lo recuerdo, arrobita no tanto. Nos dejamos los votos en el bolsillo gracias al despiste del concejal -ni falta que hacía repetirlos, pues ya nos los habíamos contado al oido-. Y nos peleamos con mi sobrinito por el cofre de las arras. Que pretendía defenderlas con tesón y delante de todos -jodío-.






Lo demás es historia. Que si deshacerme del ramo... digo lanzar el ramo, que si esquivar el arroz y los pétalos de rosa -¡Qué menos que rosas!-, que si escaparnos a tomar algo al hotel con tres amigos -digo hacer las fotos en rincón de inigualable hermosura-... Llegamos al restaurante y había cuatro monos, digo invitados para recibirnos. Así que de entrar en olor de multitudes nada de nada... Que nos habíamos relajado demasiado con las "fotos" y se habían largado al bar de al lado a tomar unas birritas.



La cena, de rechupete -que no es que la contratáramos nosotras, nooo-. Con sus entrantes, su ensaladita de bogavante, sus anchoitas, su jamoncito, su pescadito, su carnecita, su postrecito... Vamos todo lo que la señorita Pepis aporta en su kit del buen convite.
Del baile mejor no hablamos. Pues se fastidió la megafonía -terminamos haciendo botellón-. Con calvitas, tripitas y más alegría por recordar tiempos pasados que otra cosa. Los amigos, que para eso lo son, acercaron los coches, pusieron los "cedeses" y a bailar y beber al lado de los mismos.
Poco más de ese día se puede resumir. Contar se pueden contar mil detalles, gracias y demás. Pero no tengo tiempo para más.
Así que os dejo camino del aeropuerto...