viernes, 17 de agosto de 2007

Volviendo a mis orígenes... y los tuyos..y los suyos...

Todo ha comenzado de una manera silenciosa... Pero muy visible. Tanto como la columna de humo que nacía en mi coche.

Empezó por el descubrimiento de la idoneidad del transporte público. Olvidar el calamitoso y contaminante avance que supone tener coche propio. Descubrir los beneficios del desplazamiento a pie, que olvidamos con tanta facilidad.

Seguimos por romper las barreras de la propiedad privada. Es decir, rompiéndose la cerradora-cuesto-un-ojo-de-la-cara, de la clínica. Y el estímulo que supone el trabajo en equipo -¿Creíais que estábamos en una sociedad individualista?-. Pues no. Recogemos el testigo de la retro-evolución y, como antaño, arrimamos el hombro por los demás. Es decir, los demás arrimaron el hombro al mío. Y entre todos, algún paciente incluido, arreglamos la puerta como pudimos. Aunque nadie me libró de aligerar mi bolsa de moneditas de manera importante -eso no cambia, por los siglos de los siglos-.

Y ya vamos por las victorias en el hogar. Es decir, estoy superando el mundo civilizado de las comodidades mundanas. ¡¡Fuera el agua caliente!! Y si fuera invierno ¡¡Fuera la calefacción!! ¡¡Arriba el barreñito y el calentar agüita!! Nada como que se muera la caldera, para descubrir que tampoco es tan vital.

Lo que todavía se me resiste es la electricidad. A ver si lleno de dinamos la casa y a tomar vientos Endesa, Iberdrola y todas las demás.

viernes, 3 de agosto de 2007

Pues ahora, no me da la gana.

Ya estoy empezando a recibir noticias de la evolución de mi coche. Y, como no gozamos de seguridad social para autos, la mejoría se mide en euros.
Bueno, pues entre pitos y flautas, nos vamos ya a por el medio kilo, digo 3000 €. Y eso, sin tener seguro que viva para envejecer conmigo. Y me pregunto ¿Realmente me merece la pena?
Cuando le relataba dichas cuitas a mi amiga Roser, estuvimos enumerando todas las cosas buenas que se me avecinan, por utilizar el transporte público - en sus diversas vertientes -. Si, si que tiene aspectos positivos:
  • Ahorro mensual de gasolina.
  • Ahorro anual del seguro y del impuesto por desgastar las calles del ayuntamiento.
  • Despreocupación por robos y vandalismos varios.
  • No desaprovechamiento de la famosa última copa del conductor.
  • Aumento del gasto energético de mi propia persona.
  • Estilización de la figura.
  • Aumento de los conocimientos a través de más tiempo para la lectura.
  • Nuevas amistades.
  • ...

Así que ahora, aprovechando esta oportunidad que se me brinda. NO ME DA LA GANA. No quiero buscar bajo las piedras los dineros. ¡¡VIVA EL TRANSPORTE PUBLICO!!

"...Caminante no hay camino,

se hace camino al andar..."



miércoles, 1 de agosto de 2007

VIVA EL ABONO TRANSPORTE



Como trabajadora de la Comunidad de Madrid, tengo el apreciado abono transporte todo el año. Y como era de preveer, no leo he valorado en su justa medida. Lo he infravalorado. Le he relegado al fondo sur de mi cartera. Lo usaba en contadas ocasiones, quizá sólo para lucirlo un poco. Como a esa amante tonta pero bonita de las películas de mafiosos del blanco y negro.


Pero como siempre, el tiempo nos pone en nuestro lugar. Ayer, nuestra relación tuvo un nuevo impulso. El destino hizo que lo mire con alegría. Con la felicidad de quien descubre un billete de 20 € en el bolsillo de una chaqueta olvidada.


Ayer, cuando volvía de un trabajo, e iba cantando al otro curro, el destino se cruzó en mi camino. En forma de humareda blanca. Como si de un "habemus papam" se tratara. En cuestión de segundos, de envolverme el calor -por la conocida falta de recarga en mi aire acondicionado-, me envolvió el espíritu divino que ilumina las altas esferas de la Iglesia. Miré por el retrovisor y vi que el tubo de escape, exalaba a toda leche humo blanco. En unos segundos, todo el coche había desaparecido envuelto en humo. Jamás salí tan ràpido del coche. Rezando porque a ningún tarado se le ocurriera pasar en esos momentos de visibilidad cero, y me llevara por delante.


Una vez fuera, y como aquello no paraba, recordé que sería bueno apagar el motor, aunque cualquiera se acercaba a aquella nube nívea que se elevaba hacia el cielo. Me armé de valor, ante los ojos atónitos del conductor de atrás, y volví al coche, apagué el motor y me llevé la llave.


Para mi sorpresa, el coche seguía a su bola. Emitiendo un sonido que bien podía ser el final de la cuenta atrás. Sin banda sonora adecuada, sin superhéroes que me salvaran y con una muda cola de coches tras de mi, no atinaba a saber qué paso dar. Convencida como estaba de que mi coche en breves momentos saltaría por los aires en una estupenda bola de fuego, como que no encontraba el valor suficiente para volver a acercarme.


Cuando se "jarto" de berrear como un cochino y escupir humo blanco como nitrógeno líquido, se paró. Y, de entre la humareda volvió a resurgir el color y el contorno de mi coche. Pero sólo pude sacar la documentación del coche para llamar al seguro. Entre mil papeles acumulados que apenas he usado. Sin saber muy bien qué hacer y no queriendo pensar en lo que todo esto suponía, intentaba explicarle a la señorita del otro lado del móvil -cuando por fin escuché una voz humana-, que en la carretera de La Fortuna no hay ni un maldito punto kilométrico, que si no le parecía suficiente referencia la entrada del aeropuerto de Cuatro Vientos.


Mientras trataba denodadamente de hablar el mismo idioma de la señorita -creía ser uno de los de cruz y raya-, me quedé estupefacta. Los bomberos hicieron aparición. Media docena de fornidos y protegidos machotes (-otes, si, ¡ays! ni una -ota) se acercaron al coche a preguntar qué había pasado, mientras buscaban el fuego por todas partes. Muy amablemente retiraron de la carretera el coche -ni que decir tiene que yo no quería ni tocarlo-.


Y ya, para que el círculo se completara, un coche de la esforzada policía municipal. Por enésima vez expliqué lo acontecido. Entre ellos, se miraban y murmuraban algo del "turbo", del motor, de avería, de "minimo" 2000 € de arreglo... si es que había arreglo... Palabras que, cada vez que su eco me llegaba, hacían que se me encogiera un poco más el corazón y un mucho el bolsillo. Afortunadamente no apareció una ambulancia y media docena de UVIs móviles. Porque entonces si que me desmayo.


Poco a poco desfilaron todos los esforzados machotes, mirándome con cara de pésame. Y repetían el consabido "Podía haber sido peor". Y me aconsejaban esperar a la grúa a la sombra -¿Qué sombra?- a la grúa.


Allí me quedé con el coche, el sol de justicia y la hora que no pasaba. Pensando en que si no tenía arreglo, me había quedado sin coche y con 5 mensualidades del crédito todavia por pagar. Y si tenía arreglo, sería con tantos ceros que... que me había quedado sin coche y con 5 mensualidades del crédito todavía por pagar. 5 mensualidades y sin coche. Y un calor de justicia. Y sin un perrito que me ladrara. A 31 de Julio -según dijeron por la radio, en plena operación salida-.


Tras un rato en una minúscula sombra, me animé a entrar en el recinto del aeorclub, dispuesta a encontrar unos aseos, una fuete o una manguera. Lo que fuera por acceder al santo Canal de Isabel II. Menuda cara debía llevar, dos amables camareras me regalaron una botella de fresca agua liviana. Así que me fui a una minisombra pegada al aeroclub, en mi eco-botellón solitario.


Así que ahora, mientras me hago a la idea de las noticias del taller y tonteo con mi abono transporte para ver si me lo camelo, me han dejado unos días un coche. Que con esta calor, nunca lo agradeceré lo suficiente -este si tiene aire acondicionado-.


Bueno, más se perdió en Cuba y volvieron cantando -claro que ayer no opinaba esto para nada-.