viernes, 29 de abril de 2011

ACOGIDA: EL ESPEJO EN EL QUE TE MIRAN

Seguimos con el proceso de acogida. Y eso quiere decir que hubo una "siguiente" reunión. Esta vez tocó con la psicóloga.
Por muy simpática que se muestre, por muy inofensivas que sean las preguntas, siempre recuerdas que te están evaluando. Como si estuvieras optando a un puesto de trabajo. Intentas que el reflejo que das sea el correcto y con la iluminación adecuada. Todas queremos aparecer más bonitas en las fotos. No se trata de mentir, que no es para nada una opción, sino de presentar tu mejor lado.
A parte del motivo de esta entrevista -de unas casi tres horas-, no puedo negar que te ayudan a conocerte un poco más. Y a tu pareja.
Y hablar en voz alta de ti, esa obligación a buscar las palabras correctas, hace que vuelvas a examinarte. A buscar en tu interior. A responder preguntas que ni te habías planteado. No es el típico a dónde vamos y de dónde venimos. Pero es bueno y más si es con tu pareja al lado. Además, la tercera persona no te conoce y, por tanto, no da nada por sentado. Lo que hace que pregunte cosas que tienes que volver a verbalizar.
Al salir, te llevas la extraña sensación de haber dado cien pasos hacia el final. Y las rodillas te tiemblan un poco. Para las que acogemos, esto debe ser como el embarazo ¿no? Al final de todas las reuniones y charlas tendremos uno más en la familia. Pero desconcierta tener sólo este michelín y no la criatura gestándose.
Otra vez toca esperar. Otra vez mirar de reojo durante días el móvil.

domingo, 17 de abril de 2011

SEÑORA DE ARROBITA

He pasado un par de días por Santander. El trabajo de arrobita me la secuestra cada dos por tres. Y ya tenía ganas de ir con ella. Así que, arrebujando pacientes en los días previos, me he escapado con pamela y todo.
Ya lo había intentado un par de veces, pero siempre surge un paciente urgente, una reunión, una vaya-por-dios-esto-no-lo-puedo-postergar.
Pero esta vez, esta vez no. Así que me fui de excursión y con cierta sensación de cría escapándose en tren, para ver el mar. Que decía la canción de Sabina.
Qué sensación tan extraña. Pasear por la ciudad, sin muchos turistas, sin prisas, sin reloj, sin obligaciones. Que quiero sentarme a ver pasar gente, pues se hace. Que quiero subir por esa calle y luego volver a bajar, pues a patear la calle en cuestión.
Estamos tan acostumbrados a ir corriendo, a tener horario, obligaciones, destino, que nos cuesta liberarnos. Aunque sólo sea un poquito. Sólo han sido dos días, pero me han valido como todo un mes de vacaciones. Iba sonriendo por la calle, como si me hubiera tocado el cupón de los ciegos. Intentando absorver las pequeñas felicidades que la escapada me ha proporcionado. 
Y, encima, descubrimos algún sitio estupendo para darnos un homenaje ¿Qué más puedo pedir? Podría haber dormido abrazada a mi arrobita. Pero en esa pedazo de cama, sólo conseguimos darnos la mano. jejeje.
Tengo claro que intentaré repetir. No quiero que mi vida sea un cúmulo de rutinas. Aunque mis rutinas me gustan. 
Y, además, se que mi presencia ayuda a mi arrobita, con tanto estrés, con tanto follón.

martes, 12 de abril de 2011

ESTOY QUE NO ESTOY

La primavera me tiene descolocada. Me saltaré el archiconocido listado de efectos primaverales, para no aburrir al personal.
Hoy me pedí el día para ir a un acto oficial, pero con la cámara. Por si hacían falta unas fotos más. Que eso de moverse por el auditorio libremente y que encima cuelguen un par de fotos tuyas, es una opción mejor que la historia de todos los días. Y eso que me gusta.
Después, y medio perdida por esos "dolorcillos" de la mujer de rojo, me he venido a casa. Y me he dado cuenta que perdí más o menos el control del tiempo. Pensé que sólo la hora. Me equivocaba. También del día en que vivo.
Así que me ha llamado una paciente, toda preocupada, porque no he aparecido por la consulta. Imaginar la vergüenza que he pasado y la cantidad de palabras que he empleado para pedir disculpas. Menos mal que vive a un par de manzanas.
Joder, no me había pasado en la vida.
Ella esperando y yo plegando ropa en casa.
De verdad que hoy es un día raro.
Así que me alejo de vosotras cantando...

jueves, 7 de abril de 2011

LA ESPERA

Ya os he contado alguna entrada anterior, que nos hemos arremangado y nos hemos metido en el lío de acoger algún infante. Y eso conlleva un montón de cosas. No de trámites, que a fin de cuentas sólo son papeleo, colas, solicitudes y poco más.

Pero te mandan deberes para conocerte un poco más y ver que no lo vas a matar, ni pegar, ni te maltrataron a ti, ni lo vas a insultar a la primera de cambio. Asegurarse para que el acogimiento no sea un parche para una maternidad frustrada. Aclararte pros y contras y un montón de temas más.

Esos deberes, donde tienes que hablar de ti, de la pareja, de la familia, de la educación, de los amigos, de los valores transmitidos, del trabajo, etc. Te obligan a parar, a meditar. Te hacen pensar las cosas, cómo son y por qué son así, por qué las haces así. Te lleva a un espejo y te obliga a ser un poquito más sincera de lo habitual. Te obliga a hablar.

Yo he aprendido un poco y me he reído con arrobita otro poco. Es un ejercicio que todos deberíamos hacer de vez en cuando.

Pero el proceso de acogida también ejercita tu paciencia. Eso sí, no tanto como la adopción -que casi parece que estás preparándote para Dalai Lama-. Las esperas se hacen constantes. Esperar que llegue un documento, esperar para que te citen, esperar para que llegue la entrevista. Volver a esperar para la próxima llamada, que dará pie a la espera para la próxima cita. Al menos, cuando tienes una fecha, sabes que la espera tiene ya un fin cierto. Cuando esperas la llamada no sabes nada.

Mientras todo eso sucede, tienes que ir ahuecando espacio. Que no está bien, acomodar al niño entre tu mesa de despacho y las novelas completas de Jean M. Auel. Porque los críos necesitan ese espacio vital que llaman.

A mi me gusta leer. Y cuando no tenía ordenador, leía los libros de siempre. Incluso de los gordos con letra pequeña. Y arrobita también trajo los suyos. Algunos pensarían que vivimos en una prolongación de la biblioteca del barrio.

Y, bueno, me alegra saber que puedo dejar libros en la biblioteca y ellos les dan una segunda oportunidad. O los integran en el fondo bibliográfico o los dejan en un espacio libre, para que la gente los pueda llevar. Así los libros, como los muñecos de "Toy Story", siguen con su función principal.
Bueno, que no se cómo he acumulado tanto libro. Y, de pronto, me encuentro con libros que no he leído y lo quiero apartar para leerlo. Y recuerdo otros y lo que les rodeo y sus pequeñas historias... No sabía yo que fuera tan entretenido hacer hueco en la habitación



Seguiremos esperando, y mientras, el hueco agrandando.