domingo, 30 de agosto de 2009

Cualquier lugar es bueno.



El viernes tuve que pasar por la habitación de una abuela de la residencia, para dejar allí la silla de ruedas. En mi residencia, bueno, donde trabajo -que no es lo mismo que decir que sea mía-, parte de las habitaciones comparte baño. De dos en dos, comunicadas por los dos extremos.
Cuando llegué, estaba la puerta entreabierta y la otra abuela trasteaba con unos paños en el baño.

La abuela en cuestión, me cae estupendamente y charlamos bastante cuando baja a fisioterapia. Como soy muy educada, la saludé y ella sonrió al verme. Me explicó que estaba dando un agua a los pañitos de punto que tenía sobre la mesa y el sofá.

Me apoyé en el quicio de la puerta entreabierta y convine con ella, que la culpa era por los campos de fútbol cercanos.

Sin mucho esfuerzo la conversación fue y volvió. Se tornó seria y también nos dio para reírnos. Sin forzar ni una sílaba, las palabras fluían en un momento tranquilo. No me cuesta charlar con esta mujer.

Conversar es algo que cada vez se puede hacer menos, por el inevitable deterioro de los habitantes de esta casa de Gran Hermano. Y, que se pueda hacer, no implica que apetezca. Por la persona en si. Por las temáticas que suele manejar, por su forma de hablar -más o menos agresiva, más o menos dueña de la única verdad,...-. Y, claro, también porque no siempre yo dispongo de tiempo, en el justo momento en el que una conversación puede ver la luz.

Pero allí las dos, ella en su silla de ruedas, yo apoyada en la puerta, los minutos fluyeron en silencio. Y nosotras reíamos, hablábamos y competíamos un poco. Algo más allá de la fisioterapia. Allí en el cuarto de baño.

Cualquier momento, cualquier lugar, cuando todo converge, surge la conversación. Algo sano y necesario. Algo cada vez más excaso.




lunes, 24 de agosto de 2009

REPETIR O REVENTAR

Hace unos días, arrobita y yo nos plantamos en uno de los mil centro comerciales que hay en madrid. De esos que tienen aire acondicionado. Nosotras fuimos a ver unos libros, claaaaro. Y, ya que estábamos allí, nos quedamos a cenar.

Como estamos en plan sano-sano, nos acercamos a uno de esos locales de ensaladas y buffet libre.

Cenar allí fue una tarea complicada. Había hora feliz (comen dos, pagas 1 menú) y eso atrae mucha gente. No había cubiertos, bueno sólo cuchillos. Los recipientes del buffet de ensaladas daban ganas de llorar de lo vacíos que estaban. Apenas había sitio. Y colas inmensas para los segundos, las bebidas, los postres...

Mientras esperaba a mi diligente arrobita, que iba y venía como una hormiguita, pude ver sómo somos realmente. Descubrí que a la gente le encanta la verdura. Fíjate, quién nos lo iba a contar. Los platos salían rebosantes de lechuguita, germen de soja, tomatitos, patatas, pepinillos, piña, aceitunas, huevo, zanahoria, canónigos, rúcula, lechuca, cebolla, salsa cesar, algo parecido a arroz inflado y demás.

Da gusto ver lo sanos que nos hemos vuelto.

Pero después veías una cola inmensa y malhumorada, para los segundos. Pero no para todos. Resulta que no somos tan sanos. Los platos de lechuguita languidecían a un lado de la mesa, mientras se ansiaba pillar un trozo de pizza. Porque el pollo y la pasta no tenían cola, llegabas y te servías. Pero las pizzas tenían retraso -como los aviones-. La gente volvía a la mesa renegando con la espera. Pero aluciné, una parejita que había a mi lado (si no recuerdo mal, una parejita son dos) habían cogido 7 porciones de pizza. Y encima se quejaban, que si estaba fatal, que si se te quitaban las ganas (menos mal!!!),...

Resulta que nos llevamos toda la verdura, como si fuéramos a la guerra en segundos. Pero no la probamos. Y nos ponemos hasta las cejas de pizza. No es que repitamos es que nos ponemos hasta las cejas y volvemos.

Después nos quejamos de que no hay de nada, que vaya "mierda" de restaurante, que si no hay género...

Joer!!! Si es que somos unos "gumias". Arrasamos con todo. Nada de elegir con mesura y repetir si nos quedamos con hambre. Nooooo. Eso de tener que volver a levantarnos no va con nosotros.

Una pena, realmente.

Menos mal que somos una sociedad avanzada, civilizada y que tiene buenos hábitos en la mesa y somos educados...

jueves, 13 de agosto de 2009

GATO CON JAMON

Hace unos días, mi hermana nos trajo un encarguito de Extremadura. Un deseado jamón de los ricos ricos (por lo que ha costado ya puede serlo). Hemos cumplido el rito de colocarlo en el jamonero, comprar un cuchillo especial -nada del de los rabanitos- y colocarle con mimo la mallita que trae para cuidarlo. Hasta hicimos una minicena de inauguración, con mi hermana claro está.


Pero no contábamos con la ilusión gatuna por las buenas viandas. Creo que les hemos acostumbrado demasiado bien. Demasiada latita gourmet debe ser. Y eso que el agua no es de Vichy.


El caso es que ayer, al volver de trabajar, arrobita no fue recibida por unos mininos hambrientos de mimos y caricias. Peluche no se le tiró entre las piernas, mostrando la barriguita, reclamando su ración de atención. Hércules dormitaba y miraba con desidia desde lo alto del sofá. Algo no era normal... Y no sabía el qué. Pero bueno, hace calor, el verano, la desidia, etc.


Tras descargar maletín, casco y demás, fue a la cocina a refrescarse. Y no observó nada raro... Casi nada. Una mirada un poco más atenta descubrió "algo" raro en la malla. Cuando se acercó, observó con horror que "alguien" había rasgado la malla por la parte de abajo. Hábilmente, habían dejado al aire la parte más blandita del jamón... Y se habían dado el gustazo de probarlo sin restricciones humanas.

¡Claro! ¡Así estaban de felices y panzones!


¡Mi jamónnnnnnnnnnn!


Ahora el jamón y los gatos nunca tienen la posibilidad de estar en la misma sala juntos. Pero no os lo perdais. Los hemos dejado montando guardia en la puerta de la cocina... Y echándonos unas miraditas tipo "Traidorassssssss, sabemos que el jamón está ahí y no nos lo dejais".

lunes, 10 de agosto de 2009

YA HE VUELTO DEL PUEBLO

Como un montón de gente, en verano me he ido al pueblo. Al pueblo de mi arrobita. Con familia política incluida -y al completo-. Y hemos sobrevivido todos. Ellos y yo. Y arrobita, que estaba en medio, también.

Ha sido mi primer viaje con mi otra familia. Arrobita ya pasó ese trago el verano pasado. Y ahora tocaba que servidora pasara la prueba de fuego. Como si se tratara del concurso de Ramontxu.

No, no, tranquilas, no he necesitado ingreso en psiquiatría ni un día. Tengo la suerte de contar con una neofamilia bastante maja. Incluso respetan mis cosas y mis rarezas, que supongo que tendré como todos unas cuantas.

Quizá he sido yo un pelín más intransigente y me ha costado adaptarme a otra forma de viajar. Y no es que me hayan hecho la vida imposible, nada más alejado de la realidad. Es que una es un poquito mandona y le gusta que se hagan las cosas como se ha planificado ella misma. Y claro, si somos siete, eso no puede ser, ni está bien.

Cuando suele viajarse en pareja es más fácil ponerse de acuerdo. Bueno, eso es lo que nos pasa a arrobita y a mi. Naturalmente porque tenemos gustos muy parecidos. Pero eso no tiene por qué ser lo habitual. Cada uno quiere ver unas cosas o hacer cosas distintas a las tuyas. Encontrar un punto intermedio o ceder por días es básico para una buena relación. Y unas buenas vacaciones.

Pero resulta muy edificante poder viajar con tu mujer, escuchar como se refieren a ella como "tu mujer, tu esposa". Desgraciadamente, eso no siempre es posible. Y te sorprendes echando una sonrisita bobona cuando lo escuchas. La naturalidad con la que te integras en grupos distintos a los habituales. O integras a otros grupos de personas en lo que ha de ser la normalidad. Vale, vale, la familia política no debería ser un grupo extraño a las relaciones de pareja homosexuales. Pero ¡Cuántas veces esta teoría no se cumple! ¡Cuántas parejas viajan por separado a ver a sus familias! Cuántas visitas "con una amiga".

Soy afortunada.