viernes, 13 de noviembre de 2009

NO FUI LA MAS GUAY DE MI CLASE

No se muy bien, a santo de qué, me he perdido por los vericuetos de mi infancia. Y he recalado en la etapa del colegio. Un típico colegio concertado, con sus monjitas al uso de la época -que ahora están en franco desuso o extinción-.
Recordando principalmente 8º de EGB. Supongo que por ser el último que pasé en el cole y que mejor recuerdo.
La verdad es que no fui la más guay, la más lista, la más popular o la más guapa.
Tampoco fui la más borde, la más gamberra, la más tonta o la más fea (siempre según mi recuerdo subjetivo).
Se puede decir que no estaba ni la primera, ni la última en ninguna lista. Tiendo a creer que andaba un poco por encima de la media en guay, lista, gamberra y popular. Pero no en puestos de medalla.
Ojo, que ésto no os confunda. No me importa mucho. Me movía, como casi todos, en el maremagnum que conforma la media.
Bueno, si estaba en una lista, para mi importante. En la de niñas felices. Mi lista de niñas felices empezaba y terminaba con mi nombre. No quiero decir que el resto no lo fuera. Es que no han sido opciones para esta lista.
Sólo había una posibilidad y dos listas. Estar en la de Olga/feliz u Olga/infeliz.
He sido una niña feliz. Y creo que fundamentalmente, soy una mujer feliz. Que consiste, no en un estatus permanente de felicidad, sino en acumular un buen número de instantes felices en mi disco duro. De los que se recuerdan y de los que permanecen en el inconsciente, en el subconsciente y en donde corresponda.
Tenía mis amiguitas, mi grupo. Nos gastábamos bromas -nada que ver con lo que ahora se llaman bromas entre escolares-, contábamos nuestros chistes y jugábamos hasta reventar, en el recreo.
Estudiaba, merendaba y hasta alguna vez tuve piojos, para desesperación de mi madre.
¿En qué momento la vida pierde su sencillez?¿En qué momento reír con los amigos queda por detrás del intentar que no te pisen en el trabajo?¿Cuándo dejó se ser lo más preocupante la costra de la rodilla y tuvimos que empezar a controlar la acidez y la ansiedad?
De vez en cuando, nos merecemos re-encontrar a la cría que hay en nuestro interior. Reirnos, levantarnos la costra, merendar pan y chocolate. Y quedar con las amigas para "nada" en concreto. Y comer juntas una bolsa de pipas en el puente.



miércoles, 4 de noviembre de 2009

¿Y SI ME ENAMORO?

Estaba yo aquí, haciendo tiempo, dejando escapar la imaginación. Y me dio por pensar ¿Y si me enamoro?
Pues no me importaría enamorarme de una mujer. Nada de niñatas, ni de superwomans. Nada de maduritas con ganas de encontrar una hija que las cuide. No.
Buscaría una mujer que no mirara mi carnet de identidad. Que no luciera el suyo en la frente con/sin arrugas. Una mujer que viviera en plenitud su cuerpo. Me enamoraría de una mujer hecha y derecha. Una mujer luchadora que me arrastrara desde la pereza y la parálisis que, algunas veces, me atenaza.
Si, creo que una mujer así me enamoraría. Una mujer que guste de su casa, pero que no esquive salir a compartir el mundo conmigo. Una mujer que, cuando salga de casa, piense en mi tanto como yo en ella. Que se alegre con mis detalles y que me regale una pizca de vez en cuando.
No creo que dejara pasar una mujer trabajadora y creativa. Responsable y a la vez espontánea. Me quedaría con una mujer que teme el fracaso pero que no se queda parada por eso. Que busca lo que quiere, aunque no siempre sepa lo que es.
Una mujer así si que me enamoraría. Una mujer que con todo, sea frágil y no me lo esconda. Una mujer fuerte en esa fragilidad, que me brinde su hombro cuando lloro, su pañuelo para dar por acabado el llanto, la mano para tirar de mi. Una mujer que me anime a ser mejor, a crecer, a compartir.
Como no, para enamorarme también sería bueno que su cuerpo me nublara la vista. Que su piel me diera hambre. Que su olor me despertara del sueño más profundo. Una mujer de verdad. Hermosa por dentro y por fuera.
Toda una mujer. Esa si que me enamoraría.
Pero me parece que ya no me podré enamorar de una mujer así... NO puedo hacerlo OTRA VEZ.


YA ENCONTRÉ ESA MUJER. ES MI MUJER.


¡Qué le voy a hacer! Tengo a mi arrobita en Francia y la echo de menos...