domingo, 25 de septiembre de 2011

NUEVAS FORASTERAS EN LA CIUDAD

A estas alturas de la semana sólo una ermitaña puede desconocer que hay chicas nuevas en la oficina.

Siiii, el amor floreció bajo las hábiles palabras/guía del maestro de ceremonias de "Acorralados", Jorge Javier y la connivencia del resto de fauna televisiva. Si, por lo que se ve era algo sabido por todos y comentado por pocos. Pero es que yo soy de las que no se entera de la misa la media, hasta que no le ponen las letras de neón encima.

Nos quejábamos de lo desierto del podio de las lesbianas patrias y llegaron barriendo con todo. Con madre-suegra incluida. Sofía y Nagore pueblan los sueños húmedos de unos y unas. No serán las primeras ni las últimas que salen de un reality. Pero son las que ahora ocupan los cien programas de similar perfil.

Tras unos minutos de flores, palabras tiernas, ojitos, corazones blanditos y demás, todo volvió a su lugar. ¡A despellejarlas se ha dicho! Supongo que eso es más efectivo para la normalización que muchos programas hablando de lo normal que es que te gusten las señoras. Nada hay como que te destrocen como a los demás del reality, para darte cuenta de que ya no es noticia tu relación. O, por lo menos, cada vez es menos singular.
No es que me parezca mal ¡Vive Diossss! Me gusta que se visibilice a las lesbianas. Me parece estupendo que salgan en la hora en la que mujeres, madres, abuelas, vecinas, padres, suegros futuribles, etc ven la tele.

Lo que no me gusta nada son este tipo de programas en general. Esos que ya no necesitan ni famosos para subsistir. Se sacan los ojos entre ellos y tan felices, oye.

Lo que me parecería todavía mejor es que salgan más a la luz. Buenas, malas, guapas, feas, de cuerpazo de pecado y de lo más normalito. Con cara de "¿Qué puñetas miras?" y de las tipo angelical. Que salgan muchas, que salgan de debajo de las piedras. Para que la gente se aburra y no levante una ceja cuando vea una parejita de mujeres en plan tierno -como tan acostumbrada me tienen a mi las parejitas hetero-.

Porque todavía hay muchas que no manifiestan su amor en público por miedo. Otras a las que insultan, o pegan, o echan de un local. Lo mismito que sucede con las parejitas chico/chica... Ah, no. A ellos no les pasa. Ya se estén dando el lote en la puerta de la facultad, en el metro, en la Plaza Mayor o en la fiestas de su pueblo.

¡Animo, chicas! Poco a poco hay que hacerse con la calle, con la tele, las clases y los mercados. Aportemos todas nuestro granito de arena. No digo que vayas a la puerta del super con tu novia y os metáis mano. Pero no estaría mal dejar en evidencia los comentarios homófobos de los demás. O por lo menos, no seáis de las que dejan esas florecitas en medio de una conversación para que nadie dude de vosotras.

Así las "lapidaciones" mediáticas pasen a ser como las de todo hijo de vecino, no por salir con otra mujer. Así, la sexualidad de cualquiera deje de ser noticiable.




miércoles, 14 de septiembre de 2011

TREN DE LARGO RECORRIDO (y II)

Los apeaderos pasaban ante sus ojos, sin apenas prestarles atención. Sólo eran un fugaz presente entre Raquel y ella. Instantes que alejaban su pasado.
Marta suspiró, se encogió de hombros y estiró las piernas. Hacía semanas que la venda, que nunca estuvo muy sujeta, cayó de sus ojos. Raquel no pensaba cambiar. Tenía sólo lo que sentía que podía soportar. Y parecía decrecer por momentos. Resultó ser un quiero pero no debo. Se aferraba a unas migajas de lo que ella misma se permitió.
Y Marta ya no estaba para eso. Se cansó, se hartó, se desenamoró.
Todo había terminado. Igual que la luz del sol. El atardecer se abría paso más rápido que el tren.
Miró el móvil. Afortunadamente, no le estaba acosando con mensajes, correos o llamadas. Aunque, si era sincera, ésto también le escoció un poco. Había esperado, como algo lógico, un poco de pelea. Unas dosis de chantaje emocional. Se encogió de hombros nuevamente.
Llegó el momento de hacer limpieza de cuerpo, alma y corazón.
Poco a poco el cansancio fue haciendo mella y un leve sopor la envolvió. Cuando casi se había dormido, sintió un húmedo contacto en la pierna. Desconcertada abrió los ojos. Un simpático cachorrillo se peleaba con los cordones que colgaban de sus perneras.
Fuera, las estrellas permanecían inmóviles y las casa eran fugaces espectros. Sintió una punzada de hambre.
- Hola, chiquitín - Alzando al perro le interrogó- Y tú, ¿De dónde sales?
Miró a su alrededor y nadie parecía echar en falta al animalito.
- ¿Tienes hambre? - Lo sentó en su regazo y añadió - Porque yo si.
Rebuscando en su mochila susurró - Creo que tengo por aquí algo para ti, amiguito. Para ti y para mí.
El perro empezó a mover alegremente el rabito en cuanto Marta sacó un paquete.
- Espera, espera y verás - rompió una galleta y le dio un trocito -. Te van a encantar y me vas a pedir el paquete entero.
El animal se relamió y buscó las manos de Marta, intentando comerse la galleta que ella comía.
- ¡Eh, cuidadín! - Protestó entre risas - Que es mi mano ¿Nadie te ha dicho que no debes mordisquear la mano que te da de comer?
- ¡Eso le digo todos los días! - Le respondió una voz alegre desde el pasillo - Perdona, se me ha escapado del transportín, mientras salía a responder una llamada.
- ¡Bah! No te preocupes, es buena compañía.
Marta no pudo evitar mirar de arriba abajo a la mujer. Esta, al sentirse observada, se sonrojó y bajó la vista al cachorro y le echó los brazos. Marta se sintió fatal por haberlo hecho, pero le había salido sin darse cuenta.
La mujer extendió los brazos hacia el cachorro que saltó hacia ella y le lameteó la cara y las manos. Ambas rieron rompiendo aquel silencio eterno.
- Bueno -suspiró la desconocida-, nos volvemos a nuestro asiento. Que no queremos que el revisor se enfade -mirando directamente a los ojos de Marta, añadió - Gracias por la galleta. Para compensarte tengo empanada. Demasiada para mi sola. Incluso para los dos. Y el viaje es largo.
- ¡Oh, gracias! - Ahora fue Marta la que se sonrojó- Yo, bueno, tengo galletas oreo - y levantó la cajita a modo de justificante.
- Si, claro. Un postre estupendo - y le hizo un gesto para que los acompañara -. Pero eso no es comida.
Sin esperar respuesta, se fueron hacia el fondo del vagón.
Marta suspiró sin saber qué había pasado exactamente, ni qué hacer. Miró las galletas un segundo y se levantó.
- ¡Qué demonios!
En ese momento, sintió que el móvil vibraba en su bolsillo. Con un gesto de incomodidad miró la pantalla. Era Raquel. Se quedó mirando el móvil unos instantes.
Después, lo lanzó al fondo de la mochila. Cogió las galletas y se alejó por el pasillo, siguiendo los ruiditos del cachorro.

martes, 13 de septiembre de 2011

TREN DE LARGO RECORRIDO (I)

-¡No digas eso! - El grito quedó ahogado por el silbato del tren.
-¡Es verdad! Llámame cuando lo soluciones.
Y el tren, lentamente inició su marcha, alejándose del andén. Alejando una vida de otra. Quedando ambas heridas.
El peso de una relación encubierta, rompió los frágiles cimientos de la suya. el mundo sólo se paró un instante. Suficiente para dos besos. El primero y el último.
Principio y fin.
Marta cayó como un fardo en su asiento de ventanilla. Allí permaneció, viendo el tiempo pasar al otro lado de los cristales.
"¿Y ahora qué?" Se preguntaba. Tenía que reconocer que nunca albergó muchas esperanzas. Quizá, por eso mismo, también tenía parte de la culpa en el fiasco.
Recordaría a Raquel. La guardaría en un lugar especial. Pero estaba claro que aquel era su lugar, un lugar en su pasado.
No, no se echaría la culpa. Esta vez, no. No había conquistado su visibilidad y respeto, para arrojarlo todo al fondo de un armario y echar la llave. Sólo de pensarlo, sintió el ahogo de un lugar cerrado, como antes de liberarse, años atrás.
Al principio no le importó mucho. Ya tendría tiempo Raquel para irse abriendo, aceptando. Por lo que aceptó que no hubiera muestras de cariño en público. Tampoco compartían reuniones familiares, ni laborales. No había abrazos, ni besos más allá de la puerta de sus hogares. Sólo amigas hasta llegar a casa.
A medida que pasaron los días, Raquel le fue llevando a su terreno. Y Marta se dejó llevar. Total, sólo era cuestión de darle un poco más de tiempo.
"No es el momento." Le decía cada vez que Marta pretendía dar un pasito hacia la visibilidad. Cada vez que partía una de ellas sola hacia una celebración familiar. Se revolvió en el asiento, los recuerdos eran frustrantes.
No podía llamar al trabajo, no podía enviar SMS, nada de correos. Nada que no fuera políticamente correcto. Pero al llegar a casa... Al llegar a casa se sentía absorbida por un huracán. Parte pasión, parte liberación, parte descubrimiento. Y todo junto un intento desgarrador de compensar a Marta y compensar tanta asepsia.
De manera automática, se colocó los auriculares y jugueteó con los canales disponibles en aquel largo recorrido.
Pero, si era sincera, todo eso no fue lo peor. Hubiera terminado por ceder al juego de Raquel. Así de boba era ella.
Lo peor fue el arrepentimiento. La vergüenza que empezó a surgir en cada mirada. El sentimiento de culpa se filtró por las rendijas del armario impenetrable. O puede que siempre estuviera allí y no quiso o no pudo verlo desde el principio.
Su pequeño mundo se encogió poco a poco. La alegría de Raquel se hizo cada vez más esquiva. Igual que sus miradas. Y con eso ya no pudo.  Soportaba el silencio en el trabajo, en la familia, en la calle. Pero no entre ellas.

jueves, 1 de septiembre de 2011

PROCRASTINAR Y MÁS

Algo habitual en la vida de muchas personas es la delegación de tareas. Y yo no soy menos que nadie. Lo que viene a significar que procrastino todo lo que puedo y que no puedo evitar sentirme un poco culpable. Algunas veces más que otras.
Ahora porque es verano y hace calor. Antes porque estaba a punto de irme de vacaciones. Y, un poco más atrás, porque estábamos en lo más frío del frío invierno.
Total ¿Para qué? Pues para perder el tiempo principalmente. Para ver la televisión, empezar lecturas que no terminé o iniciar actividades para luego dejarlas colgando.
Pero he decidido algo importante. Juntar Septiembre y Navidad. Momentos ambos de promesas y planes nuevos. Me he reunido conmigo misma y, en un hecho sin precedentes, me he perdonado todo. Hasta por expulsar la primera papilla en la pechera de algún familiar incauto. Hasta del pecado original, ese que viene de serie.
Eso para empezar.
A continuación, he cogido un bloc en blanco y he escrito una lista de tareas, deberes, puntos a mejorar y proyectos a realizar.
Cuando llevaba unas cuantas hojas rellenas, las suficientes, las he reunido todas, me he abanicado un rato y después las he tirado a la papelera.
Si haces lo mismo, de la misma manera, siempre obtienes el mismo resultado. O eso dicen.
Así que me he tirado en el sofá buscando un nuevo camino. Y puede que, sin querer, hayamos encontrado esa senda de baldosas amarillas.
Nos marchamos, nos mudamos. Sin marcha atrás. Borrón y cuenta nueva. Campo por ciudad. Nueva casa, nuevas posibilidades.
Y allí, empezar las cosas de otra manera. Buscar nuevas formas de hacerlas. Nada de los viejos caminos trillados. Y poco a poco. Menos listas pero más sinceras y realistas.
Ah, ¿Alguien busca piso por Carabanchel?