sábado, 12 de enero de 2008

EL ESPACIO EN QUE NO ESTAS

Ahora que me rodea el inmenso espacio en que no estás, te pienso. Te dibujo en el cristal de la ventana y te escucho en cada ruido de ésta que no es nuestra casa.

No creí ser de las que echan de menos por unas horas. No creí que el sofá fuera tan grande. Pero ambos lo somos.

Espero, en cualquier momento, tus manos en mi cintura. Y se me enfrían los riñones, porque el contacto deseado no se produce. Imagino que el roce que siento en la mejilla son tus labios. Y pierdo el rubor al percibir una fría corriente invernal en su lugar.

Escucho la tele en el salón y me sorprende que veas ese programa que llega difuminado hasta mí. Pero el programa y tú no estáis en el mismo salón. Ni yo escucho tu serie favorita.

Cené una rica granada. Pero no me la pelaste con una sonrisa. La sonrisa era mía al recordar tus manos entre los granos dulces y la limonada. No me comí el trocito de pan para recordar tus recomendaciones y tus cuidados. Allí quedó, como esperando que tus manos me lo acercaran. Allí está todavía.

El silencio se hace extraño. No retumba el eco de tus palabras, de tus mimos, de tus guiños. No es el mismo silencio. No se puebla del sonido de tus gestos, de tu respiración. El aire parece vacío de contenido.

Añoro las patitas de nuestro gato trepando por mis piernas. Y sus bigotes al lado de mi oreja. Voy al baño y observo la puerta, esperando que entre como una exhalación. Y miro con añoranza la bañera donde jugaría a ser una gran profesional. Perdí en algún recodo su ronroneo.

Ahora me siento sola, al no tener que pelear amistosamente por el ordenador. No se qué hacer con él, tanto tiempo bajo mis dedos. Tan grande, tan extraño. Con tantas teclas y con tantos misterios. Este no guarda copia de nuestras ilusiones, ni de nuestros proyectos. No comparte claves secretas con nosotras.

Levanto la vista de la pantalla y no me caigo en tus ojos que me miran. Ni me puedo agarrar a la comisura de tu sonrisa. Ni entro en calor con la alegría de tu cuerpo frente a mi.

No me reclamas a tu lado, para que aparte el trabajo que se pega a tus manos. Nadie me pide que le de mi cuerpo para moldearlo, para reconocerlo, para aprenderlo y desaprenderlo. Para borrar mi contorno a besos.


Ahora que no estás pienso en ti. No te comparto pero siempre te añoro.

Y sólo han pasado seis horas.