domingo, 27 de noviembre de 2011

¿DE QUÉ PREOCUPARNOS?

Ya pasaron las elecciones. Ya somos todos pitufos azules y amigos de las gaviotas. No hay de qué preocuparse, nada que temer.
Desde hace años y cada vez con más frecuencia he podido escuchar voces que dicen, que decían, que ya no hacía falta hacerse visible a diestro y siniestro, que la igualdad era algo real, que si la lucha era cosa del pasado. No se si os encontráis en ese grupo.
No se muy bien de dónde se sacaron esa extraña idea. Supongo que son personas afortunadas, que tienen un ambiente familiar, laboral, de barrio, de amigos, excelente. Donde nadie le hace nada que no hiciera con cualquier otro. Personas que no quieren viajar más allá de su pueblo. Y que les importa poco la vida de adolescentes, hombres y mujeres de todo el planeta.
Pero si das un paso más allá de tu estupendo mundo, las cosas ya lucen de otra manera. O te has casado, o resulta que ahora si que te planteas formalizar tu relación ante las autoridades. O puede que te estés planteando aumentar la familia, o cambiar de trabajo, o de barrio, o de parroquia.
Hay tantas cosas por hacer. Hay tantos pasos hacia atrás en tantos lugares del planeta, que no entiendo esa actitud.
He viajado a Casablanca el fin de semana. Y todo el mundo me decía que tuviéramos cuidado con manifestaciones públicas de amor. Iba a viajar a EEUU y te planteas muy seriamente la consecuencia de poner en el papelito de acceso al país que estás casada con otra mujer. Te preguntas si en un trabajo distinto, con otros jefes, con otros compañeros, podrás hablar libremente de tu mujer.
¿Seguiré casada dentro de cuatro años, cuando finalice este primer mandato del PP?¿Podré seguir optando a la adopción? Si aumentamos la familia ¿Tendremos problemas al buscar el mejor colegio?
La verdad es que tengo cada vez más incertidumbres sobre la cabeza. Veo muchas ganas de dar pasos hacia atrás. Escucho muchas palabras sobre mis derechos y que hay que quitármelos.
Espero que se caigan esas absurdas vendas, que sólo son excusas para no afrontar la verdadera realidad. Aquella que nos obliga a luchar día a día, por esa igualdad y ese respeto que todavía no tenemos.  Porque mientras una sola persona sufra por su orientación sexual, habrá guerra que dar.



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