miércoles, 14 de septiembre de 2011

TREN DE LARGO RECORRIDO (y II)

Los apeaderos pasaban ante sus ojos, sin apenas prestarles atención. Sólo eran un fugaz presente entre Raquel y ella. Instantes que alejaban su pasado.
Marta suspiró, se encogió de hombros y estiró las piernas. Hacía semanas que la venda, que nunca estuvo muy sujeta, cayó de sus ojos. Raquel no pensaba cambiar. Tenía sólo lo que sentía que podía soportar. Y parecía decrecer por momentos. Resultó ser un quiero pero no debo. Se aferraba a unas migajas de lo que ella misma se permitió.
Y Marta ya no estaba para eso. Se cansó, se hartó, se desenamoró.
Todo había terminado. Igual que la luz del sol. El atardecer se abría paso más rápido que el tren.
Miró el móvil. Afortunadamente, no le estaba acosando con mensajes, correos o llamadas. Aunque, si era sincera, ésto también le escoció un poco. Había esperado, como algo lógico, un poco de pelea. Unas dosis de chantaje emocional. Se encogió de hombros nuevamente.
Llegó el momento de hacer limpieza de cuerpo, alma y corazón.
Poco a poco el cansancio fue haciendo mella y un leve sopor la envolvió. Cuando casi se había dormido, sintió un húmedo contacto en la pierna. Desconcertada abrió los ojos. Un simpático cachorrillo se peleaba con los cordones que colgaban de sus perneras.
Fuera, las estrellas permanecían inmóviles y las casa eran fugaces espectros. Sintió una punzada de hambre.
- Hola, chiquitín - Alzando al perro le interrogó- Y tú, ¿De dónde sales?
Miró a su alrededor y nadie parecía echar en falta al animalito.
- ¿Tienes hambre? - Lo sentó en su regazo y añadió - Porque yo si.
Rebuscando en su mochila susurró - Creo que tengo por aquí algo para ti, amiguito. Para ti y para mí.
El perro empezó a mover alegremente el rabito en cuanto Marta sacó un paquete.
- Espera, espera y verás - rompió una galleta y le dio un trocito -. Te van a encantar y me vas a pedir el paquete entero.
El animal se relamió y buscó las manos de Marta, intentando comerse la galleta que ella comía.
- ¡Eh, cuidadín! - Protestó entre risas - Que es mi mano ¿Nadie te ha dicho que no debes mordisquear la mano que te da de comer?
- ¡Eso le digo todos los días! - Le respondió una voz alegre desde el pasillo - Perdona, se me ha escapado del transportín, mientras salía a responder una llamada.
- ¡Bah! No te preocupes, es buena compañía.
Marta no pudo evitar mirar de arriba abajo a la mujer. Esta, al sentirse observada, se sonrojó y bajó la vista al cachorro y le echó los brazos. Marta se sintió fatal por haberlo hecho, pero le había salido sin darse cuenta.
La mujer extendió los brazos hacia el cachorro que saltó hacia ella y le lameteó la cara y las manos. Ambas rieron rompiendo aquel silencio eterno.
- Bueno -suspiró la desconocida-, nos volvemos a nuestro asiento. Que no queremos que el revisor se enfade -mirando directamente a los ojos de Marta, añadió - Gracias por la galleta. Para compensarte tengo empanada. Demasiada para mi sola. Incluso para los dos. Y el viaje es largo.
- ¡Oh, gracias! - Ahora fue Marta la que se sonrojó- Yo, bueno, tengo galletas oreo - y levantó la cajita a modo de justificante.
- Si, claro. Un postre estupendo - y le hizo un gesto para que los acompañara -. Pero eso no es comida.
Sin esperar respuesta, se fueron hacia el fondo del vagón.
Marta suspiró sin saber qué había pasado exactamente, ni qué hacer. Miró las galletas un segundo y se levantó.
- ¡Qué demonios!
En ese momento, sintió que el móvil vibraba en su bolsillo. Con un gesto de incomodidad miró la pantalla. Era Raquel. Se quedó mirando el móvil unos instantes.
Después, lo lanzó al fondo de la mochila. Cogió las galletas y se alejó por el pasillo, siguiendo los ruiditos del cachorro.

No hay comentarios: