miércoles, 1 de diciembre de 2010

MONOLOGOS

Algunas veces es desesperante charlar con determinadas personas. Supongo que otros me incluirán a mi en este grupo.
Parece que sufrimos una regresión periódica. Volvemos a la época de la infancia en la que empezamos a jugar con otras niñas. Sin embargo, no hemos evolucionado del todo hasta ese punto. Lo que hacemos es jugar una al lado de la otra. Incluso parece que hablamos. Y lo hacíamos. Pero no entre nosotras.
Jugamos y parloteamos una junto a la otra. Pero nada más compartimos espacio. A lo máximo juguetes.
Pues de adultos nos vuelve a pasar. Tan empeñados estamos en contarle nuestros problemas, ideas, quejas, críticas o sinsentidos a otro, que no escuchamos. Sólo esperamos que pare a coger aire, para retomar nuestro monólogo.
Algunas veces lo toreamos con gracia y soltura. Pero otras veces te hartas. Te preguntas si esa persona -de gran ombligo- merece la pena.
Tengamos paciencia. Algunas veces sólo es una inflamación de dicha parte corporal. Seguramente originada por alguna erupción puntual.
Pero ¡Somo taaaaaaaaan cansinos en esos momentos!

3 comentarios:

Unknown dijo...

Pues cada vez mas necesitamos que alguien nos de una palmada en la espalda y nos diga "traquilo chaval/la, te comprendo", pero no estamos tan recptivos como para "comprender". Es como cuando te operan de ataque de apendicitis y los que vienen a verte te cuentan sus operaciones y lo mucho que sufrieron sin dar importancia a las ganas de vomitar que tienes mientras sube la temperatura de la habitacion y el aire se hace irrespirable y te dan ganas de gritar "largaos de aqui!!!!!!!!!!!"...
Bueno... ¿por donde iba?

Olga dijo...

Esa es una situación curiosa. El ir a ver a una persona sufriente y que todos te cuenten su experiencia. Cuando tuve el accidente me enteré de todos accidentes horrorosos, milagrosos, sangrientos y demás que padecieron todos los que me fueron a ver, su familia, amigos, vecinos, conocidos o yo-que-se.
Incluso yo caigo en esa rutina. Aunque intento controlar el afán relatador que nos calienta la boca.

Unknown dijo...

je, je...
es un estímulo irrefrenable, siempre nuestra historia es mucho mejor.
Solo hay que pensar que es mejor dar que recibir, callar y escuchar para comprender, aunque tengamos que mordernos la lengua, tiene su recompensa.
Quien escucha sera escuchado.