Ya os he contado alguna entrada anterior, que nos hemos arremangado y nos hemos metido en el lío de acoger algún infante. Y eso conlleva un montón de cosas. No de trámites, que a fin de cuentas sólo son papeleo, colas, solicitudes y poco más.
Pero te mandan deberes para conocerte un poco más y ver que no lo vas a matar, ni pegar, ni te maltrataron a ti, ni lo vas a insultar a la primera de cambio. Asegurarse para que el acogimiento no sea un parche para una maternidad frustrada. Aclararte pros y contras y un montón de temas más.
Esos deberes, donde tienes que hablar de ti, de la pareja, de la familia, de la educación, de los amigos, de los valores transmitidos, del trabajo, etc. Te obligan a parar, a meditar. Te hacen pensar las cosas, cómo son y por qué son así, por qué las haces así. Te lleva a un espejo y te obliga a ser un poquito más sincera de lo habitual. Te obliga a hablar.
Yo he aprendido un poco y me he reído con arrobita otro poco. Es un ejercicio que todos deberíamos hacer de vez en cuando.
Pero el proceso de acogida también ejercita tu paciencia. Eso sí, no tanto como la adopción -que casi parece que estás preparándote para Dalai Lama-. Las esperas se hacen constantes. Esperar que llegue un documento, esperar para que te citen, esperar para que llegue la entrevista. Volver a esperar para la próxima llamada, que dará pie a la espera para la próxima cita. Al menos, cuando tienes una fecha, sabes que la espera tiene ya un fin cierto. Cuando esperas la llamada no sabes nada.
Mientras todo eso sucede, tienes que ir ahuecando espacio. Que no está bien, acomodar al niño entre tu mesa de despacho y las novelas completas de Jean M. Auel. Porque los críos necesitan ese espacio vital que llaman.
Y, bueno, me alegra saber que puedo dejar libros en la biblioteca y ellos les dan una segunda oportunidad. O los integran en el fondo bibliográfico o los dejan en un espacio libre, para que la gente los pueda llevar. Así los libros, como los muñecos de "Toy Story", siguen con su función principal.
Bueno, que no se cómo he acumulado tanto libro. Y, de pronto, me encuentro con libros que no he leído y lo quiero apartar para leerlo. Y recuerdo otros y lo que les rodeo y sus pequeñas historias... No sabía yo que fuera tan entretenido hacer hueco en la habitación
Seguiremos esperando, y mientras, el hueco agrandando.
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