domingo, 17 de abril de 2011

SEÑORA DE ARROBITA

He pasado un par de días por Santander. El trabajo de arrobita me la secuestra cada dos por tres. Y ya tenía ganas de ir con ella. Así que, arrebujando pacientes en los días previos, me he escapado con pamela y todo.
Ya lo había intentado un par de veces, pero siempre surge un paciente urgente, una reunión, una vaya-por-dios-esto-no-lo-puedo-postergar.
Pero esta vez, esta vez no. Así que me fui de excursión y con cierta sensación de cría escapándose en tren, para ver el mar. Que decía la canción de Sabina.
Qué sensación tan extraña. Pasear por la ciudad, sin muchos turistas, sin prisas, sin reloj, sin obligaciones. Que quiero sentarme a ver pasar gente, pues se hace. Que quiero subir por esa calle y luego volver a bajar, pues a patear la calle en cuestión.
Estamos tan acostumbrados a ir corriendo, a tener horario, obligaciones, destino, que nos cuesta liberarnos. Aunque sólo sea un poquito. Sólo han sido dos días, pero me han valido como todo un mes de vacaciones. Iba sonriendo por la calle, como si me hubiera tocado el cupón de los ciegos. Intentando absorver las pequeñas felicidades que la escapada me ha proporcionado. 
Y, encima, descubrimos algún sitio estupendo para darnos un homenaje ¿Qué más puedo pedir? Podría haber dormido abrazada a mi arrobita. Pero en esa pedazo de cama, sólo conseguimos darnos la mano. jejeje.
Tengo claro que intentaré repetir. No quiero que mi vida sea un cúmulo de rutinas. Aunque mis rutinas me gustan. 
Y, además, se que mi presencia ayuda a mi arrobita, con tanto estrés, con tanto follón.

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