Todos, una vez al año, como mínimo, pensamos en cómo serían unas Navidades diferentes. Sin tener que juntar a toda la familia, ni una cena de emperadores, y con más horas de las que dedicas habitualmente a comer en todo un día.
Y eso, siempre que hablemos de reuniones familiares alegres, sin tensiones, sin borrachos con mala borrachera. Porque todos conocemos, o somos, de esas familias que no se hablan el resto del año. Y pregunto ¿Si no hay motivación suficiente para compartir, por qué obligarnos al mal rato? Y eso que servidora tiene una familia que nunca ha discutido en festividades familiares. Que sólo soy observadora de lo que sucede en familias a mi alrededor.
Unos que si por la abuela, que dice que puede que el año que viene no esté -y ya lleva diciéndolo siete años- o por los niños, que luego se pelean y se te suben a la chepa de pura agitación. O porque es lo que toca. O... Cada uno conoce una excusa más o menos original.
Para los que se lo pasan teta con la familia ¡Genial! Una excusa más para reunirse, para reír, para charlar, para recordar, para cantar, jugar o bailar. Pero el resto ¿Por qué?
Servidora, este año, cambió de planes. Arrobita, la perruca y servidora nos fuimos pa'Francia. A pasear entre desconocidos, cenar lo que nos dio la gana, ver la tele y pasear por la playa. Y, qué queréis que os diga ¡Genial!
He disfrutado, descansado, dormido, reído, paseado, dormido, visto pelis de dibus, etc. Rompiendo con más de cuarenta años de tradición familiar.
Y me ha sentado estupendamente.
1 comentario:
Qué gozada y qué bien!!!
Algún año tendré que hacerlo sí...
Feliz Año!!!
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