Tras un par de meses un poco "pa'llá", con problemillas domésticos, contables, emocionales, y demás cosas de la primavera, parece que va aclarando.
El saber popular tiene distintas frases para esto. Que si después de la tormenta viene la calma, que si no hay mal que cien años dure, que tal y tal.
El caso es que vamos recuperando el nivel de flotación. Por tanto, una buena noticia, entre tanta necrológica económica y social que satura los medios.
Soy una persona muy positiva, es difícil que lo vea todo negro, que no vea salida, que me mantenga en la oscuridad mucho tiempo. Pero algunas veces hay que echar más energía de la prevista. Requiere un mayor esfuerzo. Hay temporadas en las que no te ves con suficiente fuerza como para mantener las velas y soplar para que todo ande.
Los pesimistas no lo saben, pero cuesta mantenerse optimista. Hay que emplearse con intensidad y devoción, para no decaer, para no ser arrastrada por la corriente. Y más con la que está cayendo. No se trata de ser imbécil y obviar lo que hay. Es una forma de afrontarlo, de encauzar la energía. De luchar contra los elementos con otro talante, vamos.
Algunas veces me acuerdo de eso de unirse con la energía universal, pues si tu estás decidida, el universo te apoyará. Pero no termino de confiar en que esté el universo tan desocupado como para dedicarme sus influencias. Soy espiritual, pero creo que me faltan un par de puntitos para casar todo eso.
Afortunadamente, la luz asoma. Y eso si que es una buena noticia.
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