La morriña, es un sentimiento muy gallego. No es dormir la siesta, ni tener sueño, eso es otra cosa. Morriña es añorar la tierra de una. Y generalizando, añorar algo o alguien.
Hoy he leido la columna de Elvira Lindo -siempre que puedo y me acuerdo- y hablaba de esa morriña, de la nostalgia del pasado. Ella concretamente hablaba de la tan traida nostalgia de los ochenta.
Tras leerla, he ido a mi blog, este mismo. Y he releido entradas y entradas. Y me he dado cuenta de una clara tendencia nostálgica en mis palabras. En mis historias. No ha dejado de sorprenderme.
No es que tenga especial predilección por el pasado, mi pasado. No siento que ya viví mis mejores años. Ni tampoco que lo que me espera no sea bueno, interesante, emocionante y/o divertido. Supongo que, a medida que acumulamos historia en nuestras espaldas, tenemos más cosas que recordar, más experiencia, más vivencias en las que apoyarte.
Además, la memoria es muy caprichosa, guarda los recuerdos de una manera personalizada. En mi caso, carga en los estantes principales los recuerdos más lustrosos, bonitos, tiernos, graciosos, curiosos y demás. Algo que realmente viene bien para mi salud mental. Por lo que, los tiempos pasados fueron mejores, porque quiero recordarlos así, porque los recuerdo así, en base a esos retazos de mi.
Pero todavía tengo muchas experiencias pendientes. Tengo a mi arrobita desde hace nada ¿Cómo voy a creer que lo mejor ya ha pasado? Hombre-por-favor.
Es más, me paso la vida haciendo planes. Y cambiándolos al momento siguiente si es necesario, obligatorio, me conviene o me apetece. Bueno, no todos, que no estoy tan loca, ni soy tan inestable.
Todo porque intento vivir el presente que, realmente, es lo único que tengo. De vez en cuando me tengo que recordar eso de que "la vida es eso que pasa mientras haces planes" o algo así.
Me gusta reirme con cosas del pasado, pero más me gusta encontrar pequeños instantes de felicidad para mis estanterías de la memoria.
Hoy he leido la columna de Elvira Lindo -siempre que puedo y me acuerdo- y hablaba de esa morriña, de la nostalgia del pasado. Ella concretamente hablaba de la tan traida nostalgia de los ochenta.
Tras leerla, he ido a mi blog, este mismo. Y he releido entradas y entradas. Y me he dado cuenta de una clara tendencia nostálgica en mis palabras. En mis historias. No ha dejado de sorprenderme.
No es que tenga especial predilección por el pasado, mi pasado. No siento que ya viví mis mejores años. Ni tampoco que lo que me espera no sea bueno, interesante, emocionante y/o divertido. Supongo que, a medida que acumulamos historia en nuestras espaldas, tenemos más cosas que recordar, más experiencia, más vivencias en las que apoyarte.
Además, la memoria es muy caprichosa, guarda los recuerdos de una manera personalizada. En mi caso, carga en los estantes principales los recuerdos más lustrosos, bonitos, tiernos, graciosos, curiosos y demás. Algo que realmente viene bien para mi salud mental. Por lo que, los tiempos pasados fueron mejores, porque quiero recordarlos así, porque los recuerdo así, en base a esos retazos de mi.
Pero todavía tengo muchas experiencias pendientes. Tengo a mi arrobita desde hace nada ¿Cómo voy a creer que lo mejor ya ha pasado? Hombre-por-favor.
Es más, me paso la vida haciendo planes. Y cambiándolos al momento siguiente si es necesario, obligatorio, me conviene o me apetece. Bueno, no todos, que no estoy tan loca, ni soy tan inestable.
Todo porque intento vivir el presente que, realmente, es lo único que tengo. De vez en cuando me tengo que recordar eso de que "la vida es eso que pasa mientras haces planes" o algo así.
Me gusta reirme con cosas del pasado, pero más me gusta encontrar pequeños instantes de felicidad para mis estanterías de la memoria.
2 comentarios:
Tienes toda la razón.
A mi me entra morriña a menudo. Creo que hemos ido tan deprisa que muchas de las cosas que ahora disfrutamos se cobran sus intereses. Ahora he aprendido a sacar todo el jugo tranquilamente y a disfrutar mas de las cosas pequeñas e insignificantes que pasan desapercibidas para muchos, que pasaron desapercibidas para mi.
Es bueno tenenr un poco de morriña, pero su abuso es perjudicial. Como en todas las cosas, todo a su justa medida. Cuando vamos avanzando acumulamos vivencias, buenas, malas, regulares, mil anecdotas. Explicarlas a alguien, sobretodo si es mas pequeño que tu, despierta la morriña y el pensar que has trasmitido algo que de otra manera hubiera desaparecido.
Es cierto, contarlo a alguien siempre le dota de vida un poco más allá de nosotros mismos.
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