Este puente dejé en madrid treinta años y, la niña que soy, tomó las riendas de mis horas de libertad.
Subí a los tiovivos, visité la cueva de los piratas, el hotel de la cuarta dimensión y disparé a los marcianitos que se pusieron a tiro. Me probé el gorrito del pato Donald, olvidé todo viendo pasar el tren con Chip, Chop Daisy y demás.
Sólo hice unos "cientos" de fotos. Total, como la cámara es digital, si no me gustan se borran y punto.
Me sentí llena de ilusión y emoción. Olvidé horarios, trabajos y programaciones.
Es muy bueno salir y cesconectar. Ejercitar un pco la capacidad de disfrutar don "cosas de crías". Recuperar la frescura y la espontaneidad. Quiere decir que todavía hay posibilidad de redención para los malhumorados, serios y cascarrabias de adultos en que nos hemos convertido.
Paseamos sin mucho orden, por casitas rosas y azules. Por castillos que parecían de merengue. Todo sin enfadarnos por las inmensas colas, ni protestar mucho por el fuerte calor.
Todas fuimos un poquito más auténticas, más felices. Nuestras caras, aún cansadas, lucían sonrisas sinceras.
Pero no todo fue parque. Nos dió tiempo para otro montón de cosas. Visitar la Torre Eiffel, perdernos dos veces buscando el hotel por el campo y la carretera equivocada. Saber que el susodicho hotel -en nuestra ausencia- se incendió y por poco nos quedamos con lo puesto. Darnos un homenaje en una marisquería. Empaparnos, perder el avión. Comer croasanes superbuenos...
Y lo bueno, lo mejor, es que todo con una Disneysonrisa.
Dejemos que, de vez en cuando, nos visite la infancia. Recuperemos su frescura y espontaneidad. "Ahora" es la hora de empezar con ello.
2 comentarios:
Fantàstico.
Ya te digo. Y esos recuerdos que relato, impregnan estas jornadas y me cuelgan más sonrisas de las habituales.
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