Lllega un momento, en la vida de toda persona, que ha de afrontar unas necesidades urgentes y vitales. Da igual la edad, puede aparecer en cualquier momento, en cualquier circunstancia.
Estás tan bien y de pronto, empiezas a estornudar, a tiritar o a visitar el baño con demasiada frecuencia. El cuerpo deja de seguirte el ritmo y tira por el suyo propio. Te ralentiza, te carga de mocos, de fiebre, de dolor o todo junto.
Y es justo en ese momento, a traición, sin aviso previo, sientes una necesidad imperiosa de mimitos. Alguien que te acerque un vasito de agua, una manzanilla, una almohadita o un pañuelo de papel. Te sientes desvalida si no se acercan a ti y te besan la frente, te susurran que les llames para lo que sea o te acarician la mejilla mientras te miran con ojos tiernos.
Y te sientes una ovejita desvalida en un día de lluvia.
Benditos mimos, que hacen más llevadera la enfermedad.
1 comentario:
Mimitos, mimitos
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