Con la que está cayendo, cada vez tenemos menos ganas de celebrar nada. Resulta difícil juntarse con los compañeros de trabajo, con los amigos, la familia o desconocidos en la carnicería y no despotricar de la situación, de los chorizos que andan sueltos, de los impresentables que nos gobiernan y de los perdidos y frustrados que andamos todos.
Así que hay que aprovechar cualquier excusa para levantar el ánimo. Mis padres hoy hicieron 50 años de casados. Ahí es nada. Un par de días, vamos. Con sus más y sus menos, siguen juntos, con nosotras. Con sus ganancias y con sus pérdidas, que de todo hay en estos años. Y aún así, nos juntamos para celebrarlo. Porque hay que celebrar, hay que alegrarse, hay que echar unas risas.
Hemos de negarnos a perder lo bueno, a no aprovechar los momentos, las personas. La charla sosegada, las risas, las bromas, son vitales. Es urgente recuperar la ilusión. Es necesario recuperar parte de lo que nos caracteriza.
Por mis viejitos, en cuanto podáis, reír con todas vuestras ganas. Con todas vuestras fuerzas. Si ellos han llegado hasta aquí, nosotras también.
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