Estoy orgullosa de mi. Estoy sobreviviendo. Aunque en algunos momentos creo que no podré con el peso de la responsabilidad... y la tontería ajena.
Me ha tocado ser presidenta de esta mi comunidad. Y, como no podía ser de otra manera, ha tocado hacer obras. Entre presupuestos, técnicos que vienen cuando quieren, vecinos histéricos sin problemas en su vida que arreglar y el administrador que es para darle de comer a parte, casi me llevan la respiración.
¿Qué hice para merecer esto?
Si soy buena, no he matado a nadie, no he robado más que nadie, hago mi declaración de la renta y pago cuando me toca.
Menos mal que no llegamos a la docena de vecinos. Si llegamos a ser más... seguro que no hubieran venido a las reuniones. Porque, reconozcámoslo, ODIAMOS ir a las reuniones de vecinos. Nos escaqueamos siempre que podemos. Física o mentalmente. Que yo he hecho más de una lista de la compra en alguna entrañable reunión.
Pero ¡Ay, ay! Cuando te toca presidir. No te puedes escaquear, ni física ni mentalmente. Total, para que luego diga algún vecinito que te tocas el higo y que no haces nada por solucionar su problema. ¡No me *****!
Pero bueno, creo que lo peor ha pasado. Espero que el resto de mi "reinado" sea tranquilo.
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