Entre la fauna de los vuelos transoceánicos, se ha generalizado el uso de las almohadillas cervicales para el vuelo. No las que facilita la línea aérea. La fauna transoceánica luce orgullosa sus trofeos de otros vuelos, regalos de cumpleaños, Reyes o Papá Noel. Para ser un buen indígena de estas rutas, debes subir con tu almohada de descanso lista. No en la bolsa, en la mano o atada a la maleta de cabina. Si tienes pedigrí debes llevarla puesta. Como el collar de perlas, la gorra, las cuatro bolsas del duty-free y el bolso tamaño carro de la compra - que por algo no hay que pagar por esos bultos de cabina-.
Pero, a lo que iba, debes llevar la almohadilla puesta, como si salieras directamente de urgencias de traumatología. Con collarín incluido. Y a ser posible de colores llamativos, lunares, o todo junto - porque tu lo vales-.
Además, es imprescindible estar la primera en la puerta de embarque, aunque tengas que embarcar la última. Para qué todos, al esquivarte, puedan admirar la composición. Con tu almohadilla, el bolso, la maleta de cabina y las cuatro bolsas del duty-free.
Una vez en el avión, la indígena de estas rutas, JAMÁS se retira la almohadilla del cuello. Da igual que duermas, leas, veas la película, cenes o visites el nanoaseo.
Antes muerta que sencilla, que dice la canción.
Aunque, bien mirado, si lo llevas siempre al cuello, tendrás las manos siempre dispuestas para una nueva bolsa del duty-free y no te lo olvidarás en parte alguna.
Son listos los miembros de esta tribu.
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