Como es habitual en mi, este fin de semana tenía -sin el saberlo- una lista interminable de tareas por llevar a cabo. Desde rutinarias tareas domésticas y de intendencia, hasta paseos por el campo por sendas nuevas, películas por ver, trastear por la web, planificar en serio las vacaciones, limpiar el coche (¡pobre!), actualizar textos, etc.
Peeeero mi organismo tenía muy claras sus preferencias. Un poquito de sendas, un poquito de intendencia, un poquito de trastear por la red, de coche nada, de películas nada, apenas dos paseos por la red, nada de vacaciones,... y muuucha cama. Si, ya, ya... pero no hablo de la parte erótico festiva.
Hablo de cansancio intenso, bien sea por la primavera, por el trabajo, por el catarro, por "el mes" o por todo junto.
El caso es que he pasado más horas en compañía de mi almohada que en otra parte de la casa. He tenido que hacer un graaaaaaan esfuerzo para dejar de lado tantas tareas y dar la vuelta, abrazarla y seguir acurrucada.
Y no vayáis a pensar que ha sido fácil. Tienes esa absurda obligación personal de hacerlo todo, incluso por encima de tus posibilidades y tu salud. Hay que limpiar, hay que comprar, hay que organizar, hay que... hay que... hay que...
Pues no, no hay que lo-que-sea. Hay que cuidarse, hay que darse tiempo, hay que ser feliz, hay que quererse un poquito más.
Nos estamos equivocando en los deberes.
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