No se muy bien, a santo de qué, me he perdido por los vericuetos de mi infancia. Y he recalado en la etapa del colegio. Un típico colegio concertado, con sus monjitas al uso de la época -que ahora están en franco desuso o extinción-.
Recordando principalmente 8º de EGB. Supongo que por ser el último que pasé en el cole y que mejor recuerdo.
La verdad es que no fui la más guay, la más lista, la más popular o la más guapa.
Tampoco fui la más borde, la más gamberra, la más tonta o la más fea (siempre según mi recuerdo subjetivo).
Se puede decir que no estaba ni la primera, ni la última en ninguna lista. Tiendo a creer que andaba un poco por encima de la media en guay, lista, gamberra y popular. Pero no en puestos de medalla.
Ojo, que ésto no os confunda. No me importa mucho. Me movía, como casi todos, en el maremagnum que conforma la media.
Bueno, si estaba en una lista, para mi importante. En la de niñas felices. Mi lista de niñas felices empezaba y terminaba con mi nombre. No quiero decir que el resto no lo fuera. Es que no han sido opciones para esta lista.
Sólo había una posibilidad y dos listas. Estar en la de Olga/feliz u Olga/infeliz.
He sido una niña feliz. Y creo que fundamentalmente, soy una mujer feliz. Que consiste, no en un estatus permanente de felicidad, sino en acumular un buen número de instantes felices en mi disco duro. De los que se recuerdan y de los que permanecen en el inconsciente, en el subconsciente y en donde corresponda.
Tenía mis amiguitas, mi grupo. Nos gastábamos bromas -nada que ver con lo que ahora se llaman bromas entre escolares-, contábamos nuestros chistes y jugábamos hasta reventar, en el recreo.
Estudiaba, merendaba y hasta alguna vez tuve piojos, para desesperación de mi madre.
¿En qué momento la vida pierde su sencillez?¿En qué momento reír con los amigos queda por detrás del intentar que no te pisen en el trabajo?¿Cuándo dejó se ser lo más preocupante la costra de la rodilla y tuvimos que empezar a controlar la acidez y la ansiedad?
De vez en cuando, nos merecemos re-encontrar a la cría que hay en nuestro interior. Reirnos, levantarnos la costra, merendar pan y chocolate. Y quedar con las amigas para "nada" en concreto. Y comer juntas una bolsa de pipas en el puente.
Recordando principalmente 8º de EGB. Supongo que por ser el último que pasé en el cole y que mejor recuerdo.
La verdad es que no fui la más guay, la más lista, la más popular o la más guapa.
Tampoco fui la más borde, la más gamberra, la más tonta o la más fea (siempre según mi recuerdo subjetivo).
Se puede decir que no estaba ni la primera, ni la última en ninguna lista. Tiendo a creer que andaba un poco por encima de la media en guay, lista, gamberra y popular. Pero no en puestos de medalla.
Ojo, que ésto no os confunda. No me importa mucho. Me movía, como casi todos, en el maremagnum que conforma la media.
Bueno, si estaba en una lista, para mi importante. En la de niñas felices. Mi lista de niñas felices empezaba y terminaba con mi nombre. No quiero decir que el resto no lo fuera. Es que no han sido opciones para esta lista.
Sólo había una posibilidad y dos listas. Estar en la de Olga/feliz u Olga/infeliz.
He sido una niña feliz. Y creo que fundamentalmente, soy una mujer feliz. Que consiste, no en un estatus permanente de felicidad, sino en acumular un buen número de instantes felices en mi disco duro. De los que se recuerdan y de los que permanecen en el inconsciente, en el subconsciente y en donde corresponda.
Tenía mis amiguitas, mi grupo. Nos gastábamos bromas -nada que ver con lo que ahora se llaman bromas entre escolares-, contábamos nuestros chistes y jugábamos hasta reventar, en el recreo.
Estudiaba, merendaba y hasta alguna vez tuve piojos, para desesperación de mi madre.
¿En qué momento la vida pierde su sencillez?¿En qué momento reír con los amigos queda por detrás del intentar que no te pisen en el trabajo?¿Cuándo dejó se ser lo más preocupante la costra de la rodilla y tuvimos que empezar a controlar la acidez y la ansiedad?
De vez en cuando, nos merecemos re-encontrar a la cría que hay en nuestro interior. Reirnos, levantarnos la costra, merendar pan y chocolate. Y quedar con las amigas para "nada" en concreto. Y comer juntas una bolsa de pipas en el puente.
7 comentarios:
Ummmm
Yo me doy de vez en cuando mi homenaje de merendar pan con chocolate!!! Pero no sabe igual.... así que me lo hago con Nutella!
Me ha traído muchos recuerdos tu post....gracias!
hummmmmm qué rica nutella. La verdad es que es un buen recuerdo ese. Me alegra haberte traido muchos recuerdos, mientras sean buenos.
Bueno, yo sigo en mi sempiterna busca de la infancia perdida. Miro hacia atrás y mi infancia no se parece en nada a la de quienes dicen haber tenido una infancia feliz; quizás por eso, a veces me gusta reescribir una infancia presente y hacer las cosas que me gustaba (o habría gustado) hacer entonces. Es un buen ejercicio para no perder pie.
Hace tiempo, escribí en "Mistress of puppets" un cuentecito titulado "Alfombras mágicas". Supongo que sólo es un reflejo del duelo por la infancia perdida.
http://lafrantic.blogspot.com/2008/06/para-mis-hijos-siempre-vivi-pensando.html
Lamento que no cuentes con esa maleta de recuerdos. Pero tus ganas de tener recuerdos felices y vivir lo no vivido es loable.
Besos.
Hola Lunares. Gozo de un gran privilegio, ser maestra de niños pequeños. Mi infancia continúa cada día cuando entro en mi clase. Soy feliz recordando mis momentos de cole, de juegos y de gamberradas y me hace mucho más feliz hacer participe de mis recuerdos a los que ahora son mis niñ@s.
Gracias por tu maleta de recuerdos, la mía se ha convertido en baúl
Spin, hay que conservar actual a la niña que llevamos dentro. Haces muy bien.
Yo tampoco fui el mas guay de mi clase, pero... me alegro de no haberlo sido.
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