
El domingo, cuando volvíamos del pueblo, encontramos a los gatos muy entretenidos en el salón. Nos sorprendió que no nos estuvieran esperando en la puerta, como siempre. No es que vaya a llorar echando de menos ese mimito gatuno -que un poquito si que lo echas a faltar-, es que nos sorprendió.
Andaban buscando, alcanzando algo debajo del radiador del salón. Arrobita pronto se percató de que algo pasaba. Me alertó rápidamente de la presencia de un pajarito esquivando las zarpas del gato -principalmente el pequeño-. Me instó a que solucionara rápidamente la situación. Obviamente, no era que entrara a merendar también, sino que hiciera las veces de Protección Civil domiciliaria.
Así que, en dos pasos -la casa no es muy grande- me planté entre los mininos y Armando. El pobre temblaba cual ramita fresca. Se acopló en el interior de mi mano y vió que le molaba el calorcito.
Mientras, los gatos, no me perdían de vista. Lógico, son lo que son y Armando su merienda. Así que no me podía despistar mucho. Revisé alitas, panza, patas y demás partes del bicho volátil. Parecía ileso -salvo en su ánimo-. Así que le tranquilicé.
Tras algún intento de secuestro, los gatos cedieron y se dedicaron a sus acicalamientos diarios y a dormir panza arriba en el sofá.
Armando decidió que no era hora de largarse. Ni esa hora ni la siguiente. Así que ahí iba yo como si de una pirata se tratara. Con el loro en versión reducida al hombro.
Tiempo le dió de ir al wc,..., en mi hombro -lógico, el miedo debió ser para "cagarse"-.
Pero ¿Cuándo es el momento para que los pajarillos abandonen el nido? Porque, por mucho que nuestro hogar sea un nido de amor, no le veía como para vivir libre más de dos minutos. Ni tampoco para un lindo apartamento metálico.
Y no veais como se encariñó de mi. Como que no soltaba la mano ni para revolotear por el jardín. Me sentía hasta culpable, por intentar largarlo. Que no era largarlo, sino hacer que volviera con su panda. Al final, y tras una preparación psicológica por el balcón, echó a volvar.
Ayssss, cómo crecen y abandonan el nido. Espero que Armando nos escriba...