Algunas mañanas estás a mi lado. Algunas veces, tan cerca, que te miro por dentro de mi piel. Otras, aún estando ahí, te escondes cabizbaja en un pliegue inocente.
Te busco con la mirada. Necesito cerrar los ojos para verte. Porque saber, te se dentro de mi. Pero desde tus ojos, estoy fuera. Aunque esté en tí.
Y te me escurres entre los dedos, como el agua, imposible de contener.
Siento entonces unas pequeñas punzadas. Justo en el lugar que ocupas bajo mi piel. Alfileres que señalan tus conquistas en el plano de mi cuerpo y en el mundo que es mi corazón.
No es que te alejes, que abandones tu tierra. Sólo te escondes. Y me siento fuera de ti.
Volverás a mi, como siempre, tras pasar los nubarrones. Te pierdes para volver un instante después.
Yo esperándote, con la sonrisa de fiesta y el abrazo de pasión. Sentiré poco a poco desaparecer los alfileres. Porque vuelves, aunque nunca te has ido.
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