¿No os ha pasado, alguna vez, que alguien desaparece de vuestra vida, así sin más? Sin dejar rastro, sin avisar. Sin recoger, sin ordenar las cosas. Dejando sólo una línea de puntos suspensivos camino de la puerta.
Un día, a una hora, en un minuto igual al anterior, paras y te preguntas "Pero ¿Qué pasó con zutanita?". Y la pregunta sólo genera eco.
Perdido el contacto, un día cualquiera, perdido el hilo que os unía. Un día que no sabías que sería el último -por ahora-. Gracias al destino, que nos une y separa a capricho. Descubres que no tienes posibilidad de buscar, de saciar tu curiosidad.
Y tu curiosidad se queda contigo. Toda para ti. Ella con hambre. Tú sin poder satisfacerla. Como un ratón te corroe por dentro. En algunas ocasiones, le basta con un par de mordiscos. Dos pequeñas punzadas y lo olvidas. Ambas perdeis el interés.
Pero otras no. Otras no es suficiente. Es una curiosidad con hambre de mil guerras. Y no tienes pan para acallarla. La sientes crecer, sientes que tu corazón desaparece en sus insaciables fauces. Por lo menos ese cachito que le tenías reservado. Más o menos grande. Más o menos doloroso. Más o menos cosido al forro de tu vida. Sólo puedes agarrarte bien, para soportar sus embestidas de insatisfacción.
Rememoras el pasado, en busca de recuerdos, de detalles, de pistas -siempre las buscas-. Como migajas para engañar al hambre. Esquivando, como buenamente puedes, las preguntas que surgen y que permanecerán sin contestar. No necesitas más preguntas que aumenten el hambre que sientes.
Sólo pides que cese, que deje de doler esa ausencia. Porque son ausencias que duelen. Aquellas que no se conforman con un encogimiento de hombros.
Ausencias más o menos bruscas. Más o menos recientes. Pero que se hacen presentes en ese mismo momento. Un segundo antes de sentir ese primer mordisco.
2 comentarios:
Tienes toda la razón, como duelen las ausencias, y más las ausencias de este tipo, sin razón ni motivo aparante. Hiere más la incertidumbre que un adiós. Genial reflexión la tuya.
Besos
Como duelen, cuando se cierran puertas sin aviso y desaparece la luz que por ellas se colaban.
Esta estupenda tu reflexion, me ha encantado y me siento identificada.
Abrazos,
Alondra
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