
Y era más sencillo de lo que se pueda pensar. Sólo hay que leer el buzón de correos de la comunidad. Tan sencillo como eso.
La clase magistral vino de la mano de los esforzados técnicos en chapuzas que ha contratado mi vecina. Y, para ser sinceras, la hemos recibido de gorra, a través de la mirilla de la puerta.
Andaban ellos obreteando por el portal, cuando empezaron a dar unas voces y unos berridos típicos de los más afamados docentes. Para llamar la atención del alumnado. Preocupada arrobita, por si se había desprendido parte del techo del portal, se acercó a mirar por la mirilla. Observó con preocupación que un docente se agarraba el costado, como dolorido, mientras el otro charlaba con la vecina. Pero debió ser un concepto que se atravesó en la vesícula. Nada que una cerveza cada cuatro horas no pueda solucionar.
Cuando arrobita pudo escuchar la conversación, ya se había unido el dolorido técnico-docente de la construcción. En ese momento la vecina, señalando nuestro buzón les decía que éramos dos chicas. Dos tortilleras vamos.
Entre ellos empezaron a divagar quién sería la mujer y quién el hombre. Dato vital en toda relación de pareja, entre mujeres, que se precie. Pero más complicado de averiguar de lo que el común de los mortales pueda llegar a pensar.
Ahí, arrobita se concentró en tomar apuntes. Un técnico dijo que estaba bien clarito "La que se nombra la primera es la que hace del hombre". Aaaaahhhh, ese es el dato definitivo... Pues no.

A ver si reuno fuerzas suficientes, para salir al buzón y ver qué soy. Si el hombre o la mujer. Principalmente, por ver si tengo que hacer la cena o coger una cerveza y tirarme en el sofá.