Al final hubo semanita de vacaciones. Al final fueron tranquilas, fue la perra, fue a la playa... y poco más se parecieron a los proyectos planeados. Arrobita, la perruja y servidora asentamos nuestras reales, en Biarritz. Y más felices que todas las perdices. Y eso que... no llovió, no... Lo siguiente.
Pero hacía tiempo que no disfrutaba tanto de no hacer nada, vagabundear por pueblos y playas, comer cuando hay hambre y dormir lo que los párpados quieran. ¡Eso es vida!
Aquí nos podéis ver, en nuestra clase de pelota, en una playa "abarrotada". Nos lo pasamos las tres como las indias.
Tanto correr para conocer lugares, tanto madrugar en vacaciones, tanto probar comidas, tanto.... estrés, no merece la pena. O, por lo menos, no lo mereció esta vez.
De todas formas, hace tiempo que buscamos eliminar todo el estrés posible de los viajes. Más vale ver poco y bien y mucho y después no recordarlo. Que ya me pasó con esos viajes organizados por doscientos idílicos, interesantes o imprescindibles lugares.
Si hay mucho que ver, pues habrá que echar más días, pero no echar la salud. ¿Vosotras cómo veraneáis? Bueno, vale, reconozco que todavía no consigo estar quieta quince días en una playa, sin otra cosa que hacer que tostarme al sol y mojar el culete en las olas.
Ahora toca disfrutar del aire acondicionado del trabajo y de la piscina de la urbanización. Que también tienen su aquel.